Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

Contra Mágico

La devoción a este santo laico es excesiva. No ganó ni un solo título e intentó irse del Cádiz cada vez que pudo

Ahora que hay cuatro libros sobre Mágico González y la ciudad le tributó un recibimiento como si fuera un héroe es el momento de que yo diga que a mí no me hace ninguna gracia y que la devoción a este santo laico es excesiva. No dudo de los cuatro libros y de que haya quien piense que Jorge González es el mejor jugador de la galaxia, qué digo, de la historia. A mí, simplemente, no me dice nada. No creo que su trayectoria deportiva sea para tanto, aunque bien es verdad que el Cádiz está necesitado de su propio panteón aunque todavía no sé por qué a la afición no le gustan Mosquera, Machicha, Manolín Bueno, Carvallo, Pepe Mejías o Kiko Narváez. No deben tener la épica adecuada. Qué decir del exceso que supone el proyecto de monumento a Mágico en el Carranza (o como se dice ahora "en Carranza" con esa extraña aversión a los artículos que tienen los informadores deportivos de bufanda y camiseta), digo simplemente que Mágico no ganó nada en toda su vida. Ni un solo título. Que intentó irse del Cádiz cada vez que pudo (Valladolid, Barcelona) y que cuando estaba en la ciudad jugaba un partido de cada cinco o cinco minutos de los 90. Como dijo una vez el Vasco Aguirre relativo al sanluqueño Jurado: "es muy bueno con el balón en los pies, el problema son los otros 87 minutos". Ahora puedes ver en youtube una recopilación de jugadas maravillosas de Mágico aunque nunca sale cuando se arrastraba por el campo. Jorge fue una especie de George Best local con la diferencia de que el irlandés jugó en uno de los mejores equipos del mundo y tiene unos cuantos títulos en su palmarés. Aun así lo peor es la exaltación de la indolencia y de la vida disipada, como si fuera un elogio. Sirve para darle otro martillazo al clavo: incide en la idea de que los gaditanos somos gente vaga que solo piensa en divertirse. Qué gracioso era Mágico que de vez en cuando hacía una jugada bonita, lo bien que caía en una ciudad como Cádiz, con la gracia que hay. Se quedaba dormido como si fuera de Cádiz y jugaba cuando le daba la gana como hacen los gaditanos a la hora de trabajar. Según la creencia general, estaba predestinado. Nadie se acuerda de los jugadores que iban cada día a entrenar con puntualidad y esfuerzo, que fueron los que mantuvieron al Cádiz en Primera, de la misma manera que nadie se acuerda de quienes no tienen gracia aunque trabajen y se esfuercen a diario. Aquellos jugadores eran los verdaderos héroes aunque nadie les dedique un libro ni un programa de televisión, no haya recopilatorios en youtube ni el club les haga homenajes.

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