San Juan de Dios está de luto, su espíritu ilustrado y crítico es un vago recuerdo, las luces se apagaron hace tiempo. La oposición ha muerto, descanse en paz: que suene la marcha fúnebre y redoblen las campanas. Al Pepito Grillo del Ayuntamiento lo mataron la indolencia y la pereza. Ni siquiera un Kichi más expuesto y debilitado que nunca estimula a PP y PSOE, carentes de garra y temperamento. Tras mostrarse intocable durante cinco años, al alcalde se le ha visto agotado y sin brillo, vulnerable, ausente de la escena política en mitad de una pandemia, faltando a su palabra y huérfano de ideas renovadas. Nunca cayó tanto su índice de popularidad, y ni por ésas. ¿Dónde quedan los debates preñados de verdades como puños? ¿Dónde esa voz interior que ningún gobierno quiere escuchar? El grupo municipal de los populares ni está, ni se le espera. Kichi y su equipo pueden dormir a pierna suelta desde que José Blas Fernández dejó de blandir su incansable espada en la Corporación. El solito obligó a echar horas extras a no pocos funcionarios para responder a tantas preguntas como hacía, de los asuntos más diversos. A más de un asesor y un concejal, la noche antes de los plenos, les costaba pegar ojo, agobiados con sus ocurrencias. Ahora el gobierno ni siquiera se molesta en averiguar qué planean sus rivales, porque lo sabe de antemano, tan cándidos y previsibles como son.

Algunos en el PP pedían su oportunidad a gritos, casi a empellones, y cuando les llegó, se les pegó la lengua al paladar. El saber no ocupa lugar y el no saber, visto lo visto, menos todavía. Los socialistas, después de un mandato bipolar, aún no han decidido qué hacer con su vida. Ahora que tienen las manos libres, ignoran cómo usarlas. Nadie entiende a qué juegan. No hay nada más aburrido que los plenos de Cádiz. Lo mínimo que se espera de toda oposición es que ejerza de mosca cojonera oficial, fiscalizando la gestión y los mecanismos del poder. Pero para ello, PP y PSOE tendrían que exhibir tanto empuje como el que mostraron por un salario que librara a sus portavoces de la ansiedad de tener que llenar la nevera todos los meses. Felizmente para ellos, lograron su objetivo, pero no ejercen de contrapunto permanente del discurso oficial. Si se preocuparan de la gobernanza como de las redes y de su imagen, a Cádiz le iría mejor.

La portavoz municipal del PP, que se llama Carmen Sánchez, no deja de darle la razón a quienes dicen que le regalaron el cargo, a sabiendas de que estaría lejos de la gestión municipal. Pocas iniciativas de calado se le conocen y jamás traslada un mensaje ilusionante. Tan sólo se dedica a disparar al bulto, sin aportar nada nuevo. Tampoco Juancho Ortiz, más dedicado a sus cosas que a los problemas de los gaditanos, acaba de centrarse. Necesita mucho más que llamarle flojo al alcalde para ganar. Y lo mismo le ocurre al PSOE. Mara Rodríguez está más volcada en lograr apoyos internos, que en elaborar propuestas serias y controlar al gobierno. Siempre obsesionada con no pasarse de frenada, apenas sí logra llamar la atención. El pasotismo de la oposición es tan acusado, que suele dar la réplica al gobierno imitando su populismo y abonando la crispación. Alguno no acude ni a los consejos de las empresas municipales. Tiene delito, máxime, ante un gabinete tan limitado y abonado a la fruslería, que no sólo no cumple lo que promete, sino que tampoco le pone empeño. Ni falta que le hace.

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