HOY no estoy para nada. Es lunes -por ayer- y el cuerpo no lo tengo preparado todavía para enfrentarme a los próximos días. Para colmo de males, nada más salir de casa para dirigirme al trabajo ya han comenzado a tocarme los cataplines. El primero, el conductor del Golf GTi Injection que ha estado todo el camino a Jerez pegadito a la parte de trasera de mi coche, con una prisa terrible, sin guardar en ningún momento la distancia recogida en el código de circulación y pasándose por el forro la limitación de velocidad. Este ya me ha puesto los nervios a cien, que era lo que me faltaba después de haberme bajado de la cama con el pie izquierdo.

Lo siguiente me ha ocurrido cuando al aparcar el coche, previo pago del euro correspondiente, me he topado con la cuadrilla de limpieza viaria que no tiene otra forma de realizar el trabajo que echando grandes y potentes chorros de agua a la calzada. Por lo tanto, los zapatos de esparto ya están pipando después de intentar sortear cada uno de los charcos que han dejado en mi camino. Como es lunes y me encuentro fatal después del corto fin de semana, pues me he acordado de todos y cada uno de los miembros de la plantilla de la empresa concesionaria.

Ya puesta, sigo mirándome el ombligo, aprovecho para hablar de la proliferación de camiones de grandes dimensiones y furgonetas de reparto que se estacionan día a día en las calles de mi barriada, que se ha convertido en un estacionamiento industrial cada vez más amplio. Vamos, que igual tienes en tu puerta un turismo que un trailer. En ninguna otra parte de la ciudad he visto esto. También me quejo del anterior alcalde y del actual, que entonces era concejal de Mantenimiento Urbano, que mandaron arreglar en su día la calle El Pajar, justo hasta la mitad en una especie de coitus interruptus asfáltico, dejando a los vecinos que habitan la parte no ejecutada con la boca abierta.

Y aprovechando que el Pisuerga pasa por este artículo, me quejo del cambio climático. Me está volviendo loca. No sé que ponerme, qué ropa sacar del altillo y cuál guardar. Los armarios están llenos y hay ropas distribuidas por toda la casa, esperando que el verano llegue de una vez. Vamos, que estoy para acostarme. A ver si llega el sábado, sabadete….

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