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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

De Londres a Sevilla: Dickens

En estos días hay más razones para leer a Dickens y para visitar su casa del 48 de Doughty Street

Entró el Adviento, pasó la Inmaculada y caminamos hacia la Esperanza: la Navidad nos va naciendo por dentro. Llega el tiempo de leer a Dickens. Hace muchísimos años que lo hago, no porque fuera el inventor y divulgador de las Navidades sentimentales con los cuentos que cada diciembre publicó a partir de 1843, fecha de aparición de la fundacional Canción de Navidad, sino por agradecimiento al escritor que junto a Julio Verne más tiempo me ha acompañado desde las primeras lecturas abreviadas de la Colección Historias de Bruguera. Dickens pidió ser recordado en Navidad y así lo hago. Y también por hacer hueco obligado y puntual a su relectura. La montaña de libros pendientes crece en proporción pavorosamente inversa a los años que me van quedando para leerlos; y para empeorarlo todo es sabido que la edad invita al puro y culpable placer de la relectura de nuestros autores más queridos. Este año le ha tocado a la novela que tiene este arrollador inicio: "Londres. Apenas ha comenzado el primer trimestre de sesiones, y el Lord Canciller está en Lincoln's Inn Hall. Crudo tiempo de noviembre… Niebla por todas partes".

Con este dickensiano pretexto permítanme recomendarles, si en estas fechas van a Londres, que no dejen de visitar la casa de Dickens en el 48 de Doughty Street. Es una visita siempre aconsejable -en ella terminó el Picwick y nacieron Oliver Twist y Nicholas Nickleby- y solo el camino vale la pena: pasarán por el Bloomsbury de Virginia Woolf y, casi llegando a Doughty Street, por el hospital infantil de Great Ormond Street al que Sir James Matthew Barrie cedió los derechos de Peter Pan y de todas sus obras.

Estos días hay una razón más para visitarla: alberga la exposición Beautiful Books: Dickens and the Business of Christmas dedicada al nacimiento de la moderna Navidad sentimental y comercial, fenómeno del que Dickens fue agente para más tarde lamentarlo al observar cómo los aspectos comerciales y sentimentaloides devoraban los noblemente sentimentales. Entre otros objetos, como la primera tarjeta de felicitación navideña hecha por el diseñador Henry Cole el mismo año de la publicación de Canción de Navidad, figuran las extraordinarias ilustraciones de John Leech para la cuidada primera edición que, pese a su alto precio, vendió 6.000 ejemplares en seis días. ¿Qué no van a ir a Londres? Pues tráiganselo a su casa leyendo a Dickens.

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