La firma invitada

Juan / Clavero

Löfling, un naturalista ilustrado en Cádiz

CON el objetivo de superar los continuos conflictos fronterizos en las posesiones americanas de España y Portugal, se firmó en 1750 el Tratado de Límites, que estableció unas fronteras más realistas que las definidas en la bula del Papa Alejandro VI -que había repartido el mundo en 1493 entre estas dos potencias católicas-, y en el Tratado de Tordesillas firmado al año siguiente. Para delimitar estas fronteras e impedir las incursiones holandesas por el Orinoco, la Corona española organizó una expedición bajo el mando de José de Iturriaga, que fue la primera y única expedición científica española que remontó y exploró el Orinoco en el siglo XVIII.

El espíritu ilustrado de la corte de Fernando VI, impulsado por los dos influyentes ministros, el Marqués de la Ensenada y José de Carvajal, determinó la necesidad de contar con un botánico que estudiara la rica flora del la región del Orinoco, y sus posibles usos agrícolas y medicinales. El interés por los estudios botánicos en nuestro país llevó a La Corona a solicitar los servicios del sueco Carl Linneo, el más famoso botánico de la época. Linneo no aceptó, pero envió a España su discípulo más destacado, el joven Pehr Löfling (1729-1756), que cuando partió de Upsala con destino a Madrid tenía sólo 22 años. Löfling llega a Madrid en 1751 y se encuentra con un desalentador ambiente científico. Su aportación será decisiva para introducir en España los nuevos aires que soplaban en Europa.

Cuando se organiza la expedición de límites, se escoge a Löfling como responsable del equipo científico con la misión de realizar el inventario de recursos naturales en los desconocidos territorios del Orinoco y la Guayana. Esta decisión no deja de sorprender si se tiene en cuenta que era extranjero y de religión protestante. Tras un par de semanas de viaje en calesa, Löfling llega a Cádiz en noviembre de 1753 para embarcar hacia Venezuela, pero los problemas logísticos retrasarán su partida hasta febrero de 1754, por lo que tuvo que permanecer en la Bahía más de tres meses, instalándose en El Puerto de Santa María.

Löfling se relacionó con la entonces vanguardia científica española asentada en Cádiz, destacando Jorge Juan, que había acabado ese año el primer Observatorio Astronómico de España en esta ciudad, y Pedro Virgili, fundador del Real Colegio de Cirugía de Cádiz, primer centro universitario moderno del país. No hay constancia de que llegara a conocer al insigne botánico Celestino Mutis, por entonces joven estudiante de medicina, que llegaría a ser el más aventajado discípulo español de Linneo y que dirigió la monumental obra Flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada. También aprovechó su estancia gaditana para realizar el primer estudio ictiológico hecho en España: Peces gaditanos. Observados en Cádiz y en Puerto de Santa María. 1753. Löfling se dedicó a recoger peces e invertebrados, denominándolos por sus nombres comunes y con la nomenclatura binomial recientemente instaurada por Linneo. En este trabajo, que se conserva en la biblioteca del Real Jardín Botánico de Madrid, Löfling cita 125 nombres vernáculos, según ha determinado el estudio realizado por el grupo científico del proyecto ICTIOTERM, dirigido por Alberto Arias, del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía. Estos nombres corresponden a 99 especies, de las cuales 88 son peces, 5 moluscos, 3 crustáceos, 1 equinodermos y 2 mamíferos marinos.

Por fin, los componentes de la expedición de límites partieron de Cádiz el 15 de febrero de 1754, y llegan a Cumaná el 10 de abril. En los dos escasos años que Löfling trabajó en Venezuela antes de su temprana muerte en febrero de 1756, desarrolló una incansable labor de estudio, recolectando 600 especies de plantas -250 nuevas para la ciencia- y describiendo 30 géneros nuevos. También le dedicó atención a los peces, describiendo medio centenar de especies del Orinoco.

Löfling no pudo conocer las increíbles hazañas de sus compañeros de expedición, sobre todo del comisario José Solano, que consiguió en marzo de 1756 remontar los raudales de Atures, rápidos que habían mantenido cerrado el acceso a la cabecera del Orinoco desde que Diego de Ordaz remontara este gran río en 1532. Los expedicionarios españoles llegaron hasta el Caño del Casiquiare, que conecta el Orinoco con el río Negro, ya en la cuenca del Amazonas, y fundaron pueblos que, aún hoy, conforman la escasa estructura urbana de este territorio, a caballo entre Venezuela y Colombia.

Habría que esperar hasta el inicio del siglo siguiente para que un gran científico, Alexander Von Humboldt, recorriera los territorios que Löfling no pudo conocer, y describiera su increíble diversidad biológica, que ha resultado ser el verdadero El Dorado, y no la ficticia ciudad del oro que atrajo a tantos exploradores ávidos de riquezas.

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