CÓmo les gusta. Por encima de lo que hagan, de la bondad incluso de sus ideas y de sus actos, muchos políticos mueren por salir en una foto. Parece increíble en señores y señoras tan mayores, tan hechos ya. Ninguna ciudad, ninguna nación está libre de estos moscardones de su propia imagen, obsesos de una sola realidad, de una sola creencia: la de que si no sales no existes. En campaña, cuanto más pequeño, cuanto menos importante es (o se cree) el político mayor es su empeño por forzar su aparición en los diarios. Tampoco por aquí estamos libres de esas pesadillas, hombres y mujeres que desde luego no creen como algunos miembros de otras culturas ¡qué va! que las fotografías se llevan parte del alma del fotografiado. O si lo creen así, no les importa. Son capaces de todo. Venderían su herencia por una foto, como el plato de lentejas de Esaú. Como si una imagen valiera más que mil hechos.

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