álvaro Cervera y Manuel Vizcaíno coincidieron el jueves en la mesa presidencial de la comida de Navidad del Cádiz CF con gesto serio. Como ocurre en las bodas, los niños animaron la fiesta al pedir a los jugadores de la primera plantilla una foto antes de los postres. El entrenador y el presidente, entre miradas al móvil y al plato, cruzaron algunas palabras sobre las nubes y las flores, aunque dio la sensación de que su mesa no era las más divertida. El resto disfrutó tela, pero un marciano habría descrito el ambiente de la mesa número 1 como si el Cádiz, en lugar de contener la lógica alegría por tener la permanencia amarrada en tiempo récord, como líder indiscutible y a 8 puntos del tercero, estuviese hundido en la clasificación. Conviene mantener las formas, antes que perder la cabeza, pero en el ambiente flotaba un aire seco y enrarecido tras el tira y afloja con la renovación de Cervera, con la presión añadida por un Vizcaíno que, traicionado por su pensamiento, habló de fracaso en caso de no ascender.

Muchos aficionados pensarán como él, y este nivel de exigencia muestra que el Cádiz es cada vez más grande como equipo y como club, aunque no conviene olvidar de dónde venimos. Como la felicidad nunca es completa, cuando se empezó a servir la bebida se filtró la querella de Pina contra Vizcaíno acusándolo de todos los males. Los jueces han debido perder la cuenta, puesto que ambos solitos están a punto de colapsar los juzgados con sus denuncias cruzadas. Lo suyo es un caso claro de locos por el balón... y el dinero. La afición no pierde la esperanza y aún se pregunta cómo es posible que no entierren el hacha de guerra por el bien del Cádiz al que dicen querer tanto y por su propia salud. Y los más conspicuos vaticinan que ese día llegará cuando un inversor realice una oferta por el club que les obligue a hablar.

Dicen los cadistas con más memoria que todo el navajeo entre ambbos empezó porque Pina se sintió traicionado por Vizcaíno tras asumir éste todos los poderes, después de llegar al club de prestado. Otros recuerdan que nadie apareció para ayudar al presidente cuando el Bilbao Athletic nos dejó en la estacada. Vizcaíno tuvo que empezar de cero, cuando el presupuesto no daba más que para una barbacoa por Navidad en el Rosal, y los resultados, hoy, saltan a la vista: el equipo lleva años invitando a soñar, y el club, además de ser respetado, se gestiona con profesionalidad. La verdad nada más que la saben ellos. Pero es absurdo arriesgar con su soberbia algo por lo que tanto han peleado, con la inestimable ayuda de la afición.

Los expertos afirman que el fútbol carece de sentido y en Cádiz lo saben hasta los borriquetes. Es la pasión la que marca su destino anulando la razón. Pero el fútbol es mucho más que corazón, también es un negocio alrededor de un espectáculo que orilla el espíritu deportivo. Sólo así se entiende que padres aparentemente en sus cabales insulten a un árbitro o a un entrenador porque entienden que su hijo de 11 años tendría que jugar más. A la hora del brindis, llegó lo mejor. Vizcaíno y Cervera cogieron el micrófono en tono institucional y plano, como un trámite. Por fortuna, el bueno de Miguel Mangano levantó los ánimos de los 700 comensales cuando mencionó en voz alta las palabras mágicas: "Por el ascenso", proclam ó, y todos corearon su nombre. Fue la única vez que se vio sonreír al presidente y al entrenador.

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