Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Loca por un criminal

La abogada, enamorada de él hasta el tuétano, fue masacrada por el canalla al que defendió

Los chulos acanallados y las mujeres fatales tienen tirón. Tienen su público. Esto de hoy va de chulos -machos- con sex appeal y temperamento caliente, no de mujeres perdidas y peligrosas: no daremos carnaza al púlpito de guardia sobre mandamientos de género. Ex convictos que lloran de amor lo mismo que golpean un cutis delicado, golferas de barrio que turban a las buenas chicas, poniendo en duda eso de "él debe ser sensible, comunicativo y con un lado femenino"; poderosos con la obsesión por depredar dentro y fuera del centro de trabajo a costa del rango, aunque sean feos de manual; castigadores natos, atormentados por su pasado cuya violencia es pura sensibilidad allá en el fondo del fondo de allá. La literatura y el cine los adora: el Pijoaparte de Marsé, los papeles de Javier Bardem en el universo morboso de Bigas Luna, el inquietante Bobby Perú de Lynch en Corazón Salvaje; Kowalski en Un tranvía llamado deseo, en camiseta de tirantes bien sudada; Kate Moss por los huesos del pasado Pete Dogherty, al que ninguna madre ni padre querría para su hija.

A este elenco de amor por quien te hará daño más pronto que tarde -que te lo hará- nos lleva el caso de la abogada de Zaragoza que ha sido asesinada por un tipo que ya había asesinado a su mujer -el aviso de desaparición lo dio el marido de la letrada: ¿cabe mayor truculencia?- y al que defendió de oficio, para acabar encoñada por sus huesos y sus rasgos lombrosianos, o sea, de criminal genético. También lo de los rasgos de mala bestia de fábrica es políticamente intolerable. Pero, en fin, que Lombroso tiene un peluseo, aunque su incorrección sea intolerable en tiempos del neosacerdocio laico.

Llegado a cierta altura de la vida, es bastante común que varias personas cercanas hayan acabado enamoradas de su asesor legal, con mayor o menor éxito. Particularmente, en casos de separación: ya se lo has contado todo, ya le has llorado, ya te has puesto en evidencia por desesperación delante suya, ya has sido consolado -¡y defendido!- por tu abogada o has notado el compromiso del hombre que te ayuda a pasar esa travesía afectiva, y ha luchado por tus derechos como quizá nunca lo hizo el marido amortizado. La fragilidad puede levantar barreras y abrir cerrojos, aun de manera insensata y hasta suicida. Sin haber indagado más de la cuenta en el caso -qué más da aquí ahora-, lo fatal del caso da para reconocer que el alma humana tiene áreas insondables. Y que un tipo que cose a una mujer a puñaladas no tiene remedio alguno.

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