Llevarse los picos

El otro día me llevé un paquete de picos que había sobrado en un freidor. Así descubre uno que se está haciendo mayor

Yo no sé si te ocurrió alguna vez en tu convulsa adolescencia. Estabas en un restaurante. Había terminado lo que es la parte salada de la comida y le habías echado el ojo a un peazo de flan con nata que habían puesto en la mesa de al lado. De pronto te das cuenta de que tu abuela ha cogido una pieza de pan que el milindri de tu primo había dejado intacto, y se lo mete en el bolso. Los sudores te caían por la mejilla y por un momento, breve eso sí, hasta pensaste en no comerte el flan. La presencia del pan era casi imperceptible en el bolso negro de tu abuela que era del tamaño de un atún rojo de almadraba. Pero tú, con ese miedo al ridículo que todos tenemos cuando nos salen los primeros pelos en la barbilla, temías que en la puerta del restaurante, como si fuera un Zara cualquiera, hubiera un detector de vienas robados y cuando saliera tu abuela sonaría denunciante.

Imaginaste a la Policía Local registrando el bolso de tu abuela y descubriendo el viena que ella, en esos actos de dulzura que sólo tienen las abuelas, había guardado en el interior de un pañuelo blanco. La imaginaste diciendo "yo no he sido" mientras era introducida en el coche policial. Viste cómo el agente le ponía la mano en el roete cuando la introducía en el coche e, influenciado por esas películas que te tragabas por Telecinco, viste cómo el agente le leía sus derechos.

La gente se agolpaba en la pueta del bar y señalaban a tu abuela diciendo "esa ha sido la que se ha llevado el viena" y el camarero que descubrió el hurto panaero de tu abuela hacía declaraciones por Radio Cádiz expliando cómo se había percatado del hecho delictivo. El coche de la Policía puso las sirenas y salió corriendo con tu abuela dentro… y el pan metío en el bolso. Agentes de la Policía Científica entraban en el restaurante para analizar la escena del crimen. "Que nadie mueva ni una miga", dijo el teniente Sánchez, que había visto más películas del oeste que Bonanza. Tú tía Carmeli, que siempre ponía la gota de sentido común en la familia, sugirió llamar al tío Alberto, el que vive en Alicante, que es abogado, y si no avisar a un abogado de oficio experto en panadería.

Todo esto viene a cuento porque estoy percibiendo que me estoy volviendo mayor. El otro día, como si fuera mi abuela pero sin bolso, me llevé un paquete de picos que había sobrado en un freidor en el que estuve comiendo. En mi defensa diré que los picos eran integrales, que no sé si eso lo tiene en cuenta la Policía como atenuante. Es la forma en que descubre uno que se está haciendo mayor.

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