EL Cádiz afronta en las próximas semanas el que puede ser el primer momento clave de la temporada. Febrero y marzo, se suele decir, van colocando a los equipos en su sitio natural y acaban definiendo cuál va a ser la lucha de cada uno de ellos. En el caso del Cádiz parece obvio que no saldrá de los cuatro primeros puestos -para ello tendría que producirse una hecatombe impensable, que no imposible- y que su punto de mira debe estar puesto en mantener su privilegiado primer puesto. Para eso los próximos partidos serán claves, importantes, porque ir manteniendo la ventaja con el Poli Ejido, punto arriba, punto abajo, hará que se gane en confianza, que las jornadas corran y que el conjunto almeriense desista de la persecución.
Pero todo momento clave precisa de un apoyo clave. En este caso el de la afición. Incluso en el hipotético caso de que el Poli se acercara en puntos, o que incluso superara al Cádiz, este apoyo se haría aún más necesario. Como aquel partido contra el Salamanca, en la breve era de García Remón, que el equipo sacó adelante por la mínima y con fatiguitas de muerte pero donde no le faltó el aliento continuo del público. Pues igual.
En los próximos partidos, además, habrá otra circunstancia que puede condicionar la temporada: serán también claves para la adaptación e integración en el equipo de los nuevos jugadores. Procedentes de categoría superior, incluso con partidos en Primera, se antoja que el Cádiz ha aprovechado el mercado de invierno para hacer una plantilla de futuro, o sea, de Segunda, pero en una categoría con un banquillo demasiado corto para una plantilla de calidad. Y esta clave, quizás la más importante para la estabilidad de la plantilla, es la que debe manejar con maestría el entrenador del Cádiz.
Lo fundamental será que el Cádiz llegue a la fase final, la de la clave definitiva, bien despierto y motivado, para aprovechar la primera ocasión que se tercie.
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