Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Lledó y el ser

La pandemia nos lleva a una orilla en la que tener mucho puede no servir de nada y ser mucho puede significarlo todo

Celebramos hace unos días a Emilio Lledó como Autor del Año en Andalucía en una jornada convocada en las ocho provincias por el Centro Andaluz de las Letras bajo el lema Anatomía de un sabio. Tuve la suerte de conversar en la cita organizada en Málaga con la poeta Aurora Luque, quien reveló en una jugosa intervención los muchos puentes que unen al filósofo sevillano con la Grecia clásica. En relación con el poder transformador del lenguaje poético que ya advirtieron los primeros autores griegos, uno de estos puentes es el que tiene que ver con la eudamonía o felicidad, objeto en la misma literatura griega de una transformación democrática. Recuerda Lledó que, en la Odisea, Ulises rechaza la propuesta de inmortalidad de Calipso, con lo que acepta en su lugar "el tiempo humano, sus limitaciones y tensiones; asumió el dolor y el sufrimiento, pero también la alegría y el gozo, el amor y la amistad, la realidad y su esperanza". A partir de la decisión de Ulises, señalaba Luque, la eudamonía "no consistirá en tener más, sino en ser más"; y ya en aquel encuentro apunté una idea que me apresuro a rescatar en este artículo: la reivindicación de Ulises como modelo a tenor del rechazo de la oferta de Calipso nos presenta a Lledó como un autor político en esencia. Más aún en un entorno ferozmente capitalista.

No es extraño, en este sentido, que los saberes reunidos en el paquete de las humanidades hayan quedado progresivamente apartados, desprestigiados y minimizados en el currículum educativo, con la enseñanza del latín y el griego como última víctima de este sinsentido. Si el fin último de las humanidades es proveer de las herramientas necesarias para ser más en oposición al tener más como mecanismo apropiado para el desarrollo personal, la vida más plena, la mayor aportación a la sociedad y, en fin, todo lo que cabe entender por eudamonía, podemos señalar a las mismas humanidades como firme adversario de un modelo económico que únicamente atiende al tener más como razón y objetivo, en virtud de una lógica excluyente cada vez más estrecha y firme a la hora de expulsar a los ciudadanos al infierno de la marginalidad. Y cabe reconocer esta versión del capitalismo, tal vez la más nefasta posible, en la praxis menos discreta de gobiernos tanto socialistas como liberales. Nada que ver, por tanto, con el ser.

Pero este poder puede ser más frágil de lo que indican sus gestos autoritarios. La pandemia nos ha empujado a una orilla en la que tener mucho puede no servir para nada y ser mucho puede significarlo todo. Sirva así el ser de Lledó como aspiración primera.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios