VENIMOS de un periodo de ensimismamiento nacional, desconcertados por la situación económica y confundidos por nuestra pérdida de influencia internacional y la absoluta falta de consideración hacia todo lo conseguido socialmente desde la transición,  tanto que los ciudadanos vivimos ya en un proceso de expropiación permanente.  Sin pérdida de colonias -más bien convirtiéndonos en ella-  nos hallamos ante un nuevo 98, cuando Cuba y Filipinas dejaron de ser españolas y se acababa nuestro menguado imperio colonial. El desengaño y el fatalismo se han hecho fuertes. Nada que ver con el periodo que va desde 1986 a 2006, los veinte años desde  la entrada -de la mano de Felipe González- en la Comunidad Económica Europea, que inundó España de fondos comunitarios de todo tipo, con un verdadero  y multimillonario Plan Marshall. En ese periodo la renta por habitante creció de 8.000 a 23.000 euros y las autopistas españolas pasaron de 2.000 a 10.000 kilómetros. Fue un periodo en el que gobernaron el PP y el PSOE pero en el que  se toleró la burbuja inmobiliaria y un endeudamiento -al final, mortal- de nuestras empresas y las familias, especialmente tras la entrada en el euro en 2002 -esta vez de la mano de José María Aznar-.  

La nueva fase que empieza a alumbrarse, tras el desfondamiento producido por la crisis, es que los ciudadanos han pasado -después de los últimos recortes- del desconcierto a la indignación. Creo que la gente ha percibido que la crisis la han provocado unos desalmados especuladores de los sectores financieros e inmobiliarios y que, sin embargo, la están pagando todos los demás. En medio, los poderes públicos se quedaron engolfados con un crecimiento que parecía que no tenía fin. Y lo tuvo. Hoy la conciencia de ese reparto desigual e injusto en las cargas de la crisis es lo que verdaderamente indigna. Ese es el tema principal.

Pero habrá que levantar la vista. No podemos centrarnos en el mugido "Que se jodan", emitido brutalmente por una diputada popular. Porque si la diputada del PP dijo que se jodan los de enfrente, fatal. Si se refería a los parados, vergonzoso y  bochornoso. Levantemos la vista. Porque tenemos que tener fe en nuestro futuro, aunque hoy lo veamos negro. Levantemos la vista, por mucho que hayamos descubierto el latrocinio financiero que nos rodeaba. Levantemos la vista porque, desde la transición, el pueblo español -el pueblo- ha sabido encontrar el camino que le convenía. Hasta que se adueñaron del panorama los no-valores de los nuevos ricos, en detrimento del esfuerzo, el trabajo, la justicia y la solidaridad. Hace falta reaccionar, pero no para hacer el juego político, ya manido,  del "Quítate tú para ponerme yo". No. Para mucho más. Como siempre, es la gente la que tiene la voz y la palabra. Es imprescindible. Rescatemos nuestro futuro.