Amuchas personas la Navidad no les gusta porque le recuerda a los seres queridos que ya no están. A otras les importa un pimiento porque cada cual es libre. Lo lamentable es que entre estos últimos se hallen todos los gobernantes de Cádiz, todos, porque la ciudad pierde un gran escaparate para exportar sus encantos, alegrar el comercio y generar más empleo. Al parecer, los sarpullidos que las fiestas navideñas provocan entre nuestros dirigentes son tan dañinos que ninguno pudo -como si se lo hubiera mandado el médico- acudir al acto del pregón de Navidad que organizó la Asociación de Belenistas y que pronunció Julio Molina Font. Las ronchas son tantas que brindaron el protagonismo político a la oposición, en este caso al líder popular Juancho Ortiz, que presidió el acto. Y lo más esperpéntico es que el gobierno local le cedió el Ayuntamiento e incluso lo incluyó en la programación oficial de actos. Algo así como invitar a tus amigos a cenar el día que sólo irá el vecino a regar las macetas. Este viernes, al menos, el gobierno se dignó a pedir disculpas y a tratar de justificar su pasotismo por un error humano, pero la desgana quedó patente,

La tradición parece superarles, aunque intenten disimular. Ante las críticas de años anteriores, donde se encendió el alumbrado a la misma hora en que se servía el pavo de Nochebuena, este año lo han adelantado. Pero a pesar de que la Navidad será más larga, no dejará de ser triste y gris, como el acto del Día de la Constitución. Al final es más cuestión de ímpetu que de número, y para el Ayuntamiento la Navidad no deja de ser un trámite que se cumple con menos fuerza que el puchero del hospital. El equipo de gobierno juega con ventaja, porque sabe que por estas fechas ya manda el Carnaval con sus avíos y sus ensayos, pero es una pena no tocar todos los palos por pura desidia. Entretanto, la ciudad vive la Navidad a su aire, con la zambomba cada vez más presente, desde la Caleta a Cortadura, con más de un centenar de citas con la fiesta y los villancicos.

Otras poblaciones cercanas, por ejemplo Jerez, donde no se cabrá en las próximas semanas, o Arcos, más de lo mismo, han hecho bandera de la zambomba, o de su alumbrado novedoso, como El Puerto, o de los productos más típicos, por ejemplo en Medina, hacia donde peregrinan miles de familias en busca de los alfajores y otras delicias, haciendo casi imposible sentarse a comer sin reserva previa en sus establecimientos. Y hay ciudades como Vigo y Málaga que le disputan a Madrid el trono de la ornamentación sin cortarse un pelo. Y no lo hacen porque les importe más que a otros si la Virgen lavaba y San José tendía o era al revés, ni se pasan el día vestidos de pastorcitos montando el belén, algo que aquí lo hacemos mejor que nadie -a cada uno lo que es suyo- creando polémicas donde no existen. Allí ponen toda la carne en el asador para generar riqueza con el turismo navideño. Punto. Seguramente los anticapitalistas la ven una fiesta trasnochada y un ejercicio de hipocresía espiritual, pero cuando se gobierna se ha de representar a todos y mirar por sus intereses. En caso contrario, si se alejan tanto de las tradiciones y de la gente, se les olvidará lo esencial. Seguro que con los Reyes nadie se despista.

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