Yo te digo mi verdad

Larga gresca de Carnal y Cuaresma

Los concejales han pasado de preocuparse por el panem y se han lanzado eufóricos a fomentar el circenses

Ya bien entrado el siglo XXI, no esperaba uno ni por asomo estar pendiente de una rediviva batalla entre Don Carnal y Doña Cuaresma, que por azares y designios no se sabe si divinos o diabólicos vivirá el año que viene su enfrentamiento más largo, probablemente el más largo de la Historia en Cádiz. La guerra entre el supuesto desenfreno terrenal y la reputada contrición celestial comenzará allá por finales de febrero con el efímero reinado del dios Momo, recorrerá marzo y abril con el recogimiento católico que antecede a la Semana Santa, alcanzará mayo y junio con el mayor concurso oficial de ingenios y egos en el Falla, y tocará por decisiones jerárquicas las puertas del verano, cuando el Corpus pelee con el Carnaval por un sitio en las calles y en las conversaciones gaditanas.

El observador que no pone ni una gota de sudor en esta contienda para él incomprensible asiste con una mueca de pasmo en el rostro a la pasión que le ponen los contendientes, al empecinamiento municipal en unas fechas carnavalescas estrambóticas y a las quejas episcopales por la coincidencia de afanes y, nunca mejor dicho, clamando al cielo por una supuesta invasión del calendario, de "su calendario".

Naturalmente, todo esto daría para más de un cuplé y para un popurrí temático como el que se inventaron los imprescindibles 'Cruzados Mágicos', o para una letanía e incluso un auto sacramental, si optamos por el lenguaje doctrinal y más serio de la otra parte. De momento, y sin proponérselo, Cádiz va a arrebatar a Montevideo el título de ciudad con el Carnaval más largo del mundo y empezará, con el abrigo y resguardados en una esquina, a cantar coplas que acabarán en manga corta y sobre la arena de la playa.

Pero no nos riamos, porque esta discusión está alcanzando alturas históricas de denuncias de "dictador" al alcalde por parte de personas que, afortunadamente, no saben lo que es vivir bajo una dictadura. Cuando los representantes democráticos de un pueblo piensan que el asunto más trascendente que tratar, hasta el punto de proferir esas acusaciones, es sobre el calendario festivo sólo se pueden sacar dos conclusiones: o ese pueblo tiene todos los problemas graves resueltos, o bien los concejales han pasado de preocuparse por el panem y se han lanzado eufóricos a fomentar el circenses. Resolver cuál es la conclusión certera es tarea de cada cual. Yo ya tengo mi diagnóstico.

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