No todos los días le invitan a uno a comer con el rey y le agradezco mucho al Diario el detalle. Pero estas cosas para los catetos digitales como yo son una alegría y una preocupación a la vez. Uno no sabe cómo debe comportarse ante una alteza real.

Con el terno de bodas gris marengo bien planchado me puse en la puerta. Era la primera vez que veía a tanta gente de chaqueta en una cola en Cádiz. Era más larga que la del frito gaditano de la peña La Estrella, pero no olía a chocos, si no a sección de colonias de El Corte Inglés.

Más cortao que un bisté en medio de dos rebanás de pan me senté en la mesa que me asignaron. Había ensayado en el espejo de mi casa más de cien veces la genuflexión de cabeza que hace la gente cuando le estrecha la mano al rey. A mí me gustaba mucho como se genuflexionaba Felipe González… jamás he visto a nadie genuflexionarse igual.

En la mesa me sentí más tranquilo. En medio había un ramo de claveles coloraos como los que lleva mi vecina Chani al Cristo de la Palma los lunes Santo... ya sólo faltaba que oliera a adobo y estaría como en mi casa. Como no le pude dar la mano al Rey, me genuflexioné ante el viena de pan que habían puesto los del Faro, que servían el almuerzo.

Una voz anunció que aparecía Don Felipe. Es muy alto, quillo, más incluso que en los telediarios. Detrás Susana Díaz con un traje amarillo como de mayonesa de Las Palomas y El Kichi que estaba nervioso como yo, porque le veía un poco falto de visitas al peluquero.

Empezaron los discursos, pero no estuve atento, la verdad. Me había leído el menú y vi la palabra langostino de Sanlúcar. Mi corazón se acelera cuando ve ese nombre tatuado en los papeles. Nunca había visto a un rey pelar langostinos y quería ver cómo era el protocolo del pelado de marisco en grado medio. No vivía en mí por saber si los reyes pelaban los de Sanlúcar con tenedor y cuchillo. Como estaba el ministro del Interior al lado, El Zoido de Sevilla, pensé si él sería el encargado de inspeccionarle al rey los langostinos y decirle Majestad… este tiene coral… puede proceder… pero cuál fue mi decepción cuando los langostinos aparecieron pelados.

Los langostinos vinieron en ensalada pero el segundo plato, que era un robalito gaditano (le habían puesto lubina por aquello del protocolo) era de mojá miajón en una salsa de puntillitas en su tinta y aquí vino mi problema porque en los convites estos de altura, nunca sabes que pan es el tuyo. Temía crear una crisis panaria en mi mesa cogiendo el que no era mío. Al final me quedé con las ganas de mojá pan y de preguntarle al Rey: "Majestad ¿ha hecho usted barquitos con las puntillitas en su tinta en homenaje a Navantia"?…pero me dio corte quillo, las cosas de los catetos

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