Teresa Rodríguez no supo elegir el mejor momento para largarse de Podemos con un portazo tras su fracaso en las andaluzas. Pero es tan drástica, que no sabe especular. Tampoco Kichi debió anunciar que no descarta presentarse en 2023 a la reelección, sólo un día después de que la Mesa del Parlamento echara a la líder anticapitalista de Adelante Andalucía, tras perder el pulso con Pablo Iglesias. Igual que ella pudo aguantar en Podemos un poco más -con derecho a la pataleta, si se quiere, como hacen los barones socialistas- para articular con tranquilidad su proyecto político independiente y de marcado acento andaluz, el alcalde de Cádiz debió esperar para no mezclar las cosas. Él siempre defendió que sólo era uno más entre los presentes y nunca mostró excesivo apego al bastón de mando. Su rechazo frente a los privilegios ligados al cargo público fue tan extremo, que convenció a la ciudadanía de que era alguien especial por su autenticidad y su honestidad, antes que por saber leer los libros de economía o tener la ciudad en la cabeza. Así ha sido, hasta ahora.

A Kichi no le va levantarse muy temprano por las mañanas para pasar revista a su Cádiz cuando las calles aún ni están puestas. Tampoco cree en las dinámicas de trabajo bajo tediosas reuniones con los técnicos. Su exitoso paso por el municipalismo, de hecho, no será fácil de explicarse en el futuro: cómo arrasar en las urnas sin hacer gran cosa, a lo sumo un carril bici que paga la Junta. Pero a pesar de que le gusta vivir y dejar vivir, a su aire, como el común de los mortales, sin complicarse en exceso, o precisamente por ello, él parecía diferente. Cuando llegó a la Alcaldía, casi sin proponérselo, decidió que con ocho años en el poder era más que suficiente para irse por todo lo alto. Así era, pero quienes llenan la nevera gracias a su marca personal opinan distinto y le han hecho recapacitar, al precio de perder ese brillo singular y, sobre todo, el tesoro más valioso que poseía, su palabra. Está claro que la abrupta ruptura con Unidas Podemos le ha nublado la razón y poseído como ninguna otra circunstancia. Lo que nadie sabe es si ha medido bien sus fuerzas.

Las próximas elecciones, ya sin el paraguas de Podemos e IU, González no lo tendrá tan fácil. Si estas formaciones presentan unas listas bien nutridas, se le pueden atragantar y mucho. Por el momento, ha dado un salto al vacío de consecuencias tan imprevisibles que ya sólo resta ver cómo cae. Para empezar, tendrá que cambiar el relato y presentar un nuevo manual, porque ya no le vale el de siempre, tan alejado del poder. Kichi además tendrá que dejar patente que tiene la madera de otros alcaldes que en su día decidieron ir por libre, sin el respaldo de las siglas que le encumbraron. Teresa puede ser bastante torpe y es tan radical que asusta. Tal vez no sepa ni medir el tiempo. Lo que nadie duda es que es un animal político. Él tendrá que demostrarlo. Ella asegura que nunca vino al Parlamento a hacer amigos y lo logró sobradamente: nadie le ha apoyado cuando más lo necesitaba. Kichi necesitará tejer nuevas alianzas para el futuro. Todo el mundo creía que ni le van los cargos, ni le pone el poder por el poder. Y sin duda, habría dejado su cetro donde nunca lo imaginó de mantenerse fiel a sus ideas. Hoy, dispuesto a seguir cuatro años más, tendrá que reinventarse para un reto de lo más exigente y desconocido. Lo que no deja de ser gracioso es que culpe de todo ello a la pandemia.

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