Kichi tiene miedo

El gaditano no sabe a qué Kichi creer: al que parecía harto de todo o al que ahora se deja querer para aferrarse al cargo

El día que Kichi descubrió que las alfombras del poder le gustan más que comer con los dedos le dio mucho miedo. Ahora de lo que tiene miedo es de decepcionar a los gaditanos que lo descubran, porque le horroriza manchar esa imagen honesta, ingenua y auténtica que tanto le gusta cultivar. La emoción que le recorre desde la boca del estómago a los labios cada vez que pisa fuerte en San Juan de Dios es tan asombrosa, que a duras penas la domina. Kichi no va de reyezuelo y no le gustan los pelotas, no es eso, pero le encanta cambiar lo que no le gusta a golpe de decreto, como a todos. Él ya no tiene que elegir entre sus principios y los pitos de las ollas de su gente silbando porque la decisión la adoptó hace tiempo o la tomaron por él, quién sabe. Dice que se presentará si los suyos le necesitan, ¡y vaya si le van a necesitar! Lo que no sabe es si confesar que la idea le seduce cada día más o si morderse la lengua. Por eso, cuando se siente superior al resto, un alcalde como no habrá otro jamás, entra en pánico. Por prudencia, si sigue no lo anunciará con clásicos eslóganes de autobombo como 'Kichi, el mejor alcalde', pero no porque piense que sobran perfiles a su altura. Al principio se pellizcaba frente al espejo, pero según avanzó en las urnas, fiel a su estilo perfectamente descuidado, empezó a creérselo. Lo que el alcalde intenta ahora cuando le preguntan por su futuro es que el gaditano no piense que es otro que al final vende su alma al diablo, traicionando su palabra y al pueblo que lo encumbró, para proteger a su gente.

Kichi se conoce mejor que nadie. Si fuera especial su sucesor ya tendría nombre. Si mandara en su hambre las dudas se despejarían. Pero existen tantos intereses unidos por fuertes vínculos alrededor de un alcalde, que no es fácil abandonar el barco: "Si lo dejas, serás un cobarde y egoísta". "Además -le insisten- no hay nadie enfrente". Esto es tan cierto que se atreve a trasladar el Carnaval con gran antelación a las fiestas típicas de mayo sin explicarlo bien y sin saber cómo evolucionará la pandemia. Un error de bulto que le podría costar la Alcaldía. El Carnaval es puro sentimiento y nada pesa tanto en el voto como las pasiones. En política no pasa nada por rectificar, pero hay que saber cuándo, como dicen los que saben. Lo malo es hacerlo a la fuerza, como Carlos Díaz tras oponerse a que el Concurso se celebrara en el Falla, tras su rehabilitación. La presión fue tan mayúscula que dio marcha atrás. Kichi se ha venido tan arriba que hasta le cuesta oír y ver a su alrededor a un gaditano tan carismático, preparado y guapo como él, para dirigir la ciudad. Él sabe mejor que nadie que las alcaldías no se ganan, se pierden. Y no sólo porque cada vez es más complicado engañar a tanta gente a la vez, lo difícil es sostenerlo en el tiempo. El personal ya no sabe a qué Kichi creerse: al que parecía harto de todo y decía que no tenía apego al poder y que cualquiera valía para el cargo, o al que ahora no ve a nadie mejor para cederle el bastón. Un misterio.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios