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Justicia

Todo forma parte de la desafección que nos invade, que corroe nuestra convivencia

Les damos nuestros votos, se suman, se eligen, se conforman las mayorías, se constituyen los gobiernos y los electores esperamos, confiamos en que lo harán con dignidad, buena fe y rectitud. Pero nos encontramos esto de la Justicia, que no se ponen de acuerdo en el acuerdo necesario para designar los cargos. Todo está envuelto en una tupida densidad, en una atmósfera invisible. ¿Se puede hablar de culpables o de responsables? El hecho es que todo se retrasa, los nombramientos que deben ser acordados y no se acuerdan, bien por los vetos, bien por los votos, bien por lo desconocido. Hemos aspirado a una transparencia imposible, al parecer. Casi todo se hace con extrema precaución, en secreto que nadie me veía ni yo soñaba cosa. Salvo que se rompan los casi acuerdos, como ahora con la Justicia, que ha sido Pablo Casado al parecer. Primero estaban en sintonía al 99% (Pedro Sánchez dixit) y de pronto todo se vino abajo. ¿Porque Cayetana Álvarez de Toledo dijo que no era partidaria y por eso la destituyeron? Siempre hay un proceso hacia arriba o hacia debajo de complejidad, una trama casi secreta que invisibiliza la vida política. La gente está demasiado en sus asuntos, sobrevivir a la pandemia, sobre todo en estos tiempos. Y a sus consecuencias terribles. Por eso la Justicia no se siente observada, suficientemente. Mejor dicho, no es la Justicia, es esto, no llegar a los acuerdos que se esperan desde hace años ya. Con las consecuencias que se conocen y las que no tanto. Una lástima esta dificultad, casi imposibilidad, de los acuerdos cuando una Democracia se distingue de una No Democracia en que los partidos demócratas acuerdan, se subordinan al bien de la Nación. Estaba casi todo acordado y todo se ha venido al piso, vuelta a empezar. Varias instituciones están a la espera pero no nos dicen la verdad, o se callan o mienten, que no sé lo que es peor. Ayer el Rey Felipe VI, que Dios guarde, presidió el encuentro anual de apertura del curso judicial. Muchas puñetas en un acto tradicional, el mismo decorado de cada año para poco más que visualizar a un poder del Estado de Derecho que espera el acuerdo de los actores de otro poder del Estado que no se pone de acuerdo tampoco en esto, cuando es verdad que con las cosas de comer no se juega. Las sentencias esperan sin ser dictadas, los tribunales están a expensas de nombramientos que no llegan. Todo forma parte de la desafección que nos invade, el desacuerdo profundo y la desavenencia que corroe nuestra convivencia. Y al que la Justicia debería poner remedio, sería lo justo.

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