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la tribuna

Abel Veiga Copo

Justicia o venganza

Amedida que pasan los días la polémica lejos de diluirse se aviva. Dudas, sombras, controversias, ambigüedades, comparecencias contradictorias y refutadoras de versiones anteriores y fotos que muchos piden y no llegan. Hasta cierto punto es normal. Todo se cuestiona. O es susceptible de cuestionarse. Todo es noticiable, también noticia por el momento. Vende y mucho. Poner en duda la veracidad de lo sucedido no conduce a ninguna parte, lo que no quiere decir que no puedan cuestionarse los métodos empleados. Saber, conocer qué sucedió en verdad, probablemente nunca lo sabremos, cómo tampoco qué ha sucedido en su caso con el cadáver de Ben Laden. Ni iba armado ni utilizó a ninguna mujer como escudo, afirma ahora Washington, que ha caído atrapado en una telaraña informativa destructiva y voraz. Las medias verdades nunca conducen a nada, tampoco dan réditos. Mas, ¿estamos preparados para saber toda la verdad? ¿Y qué se arriesga realmente ofreciéndonos esa verdad?

La Casa Blanca, o el guión que están ejecutando distintos portavoces, alimenta la contradicción. Y esto no es positivo. Aparte de que si estaba o no armado, sin embargo, se disparó a matar. Algunos han calculado que es más útil un muerto que un preso para juzgar. Pero al margen de todo, dos debates irrumpen: el uso de la tortura en Guantánamo y si se ha cometido un acto de justicia o de venganza punitiva.

Respecto de lo primero, si recuerdan a los detenidos y enjaulados en la prisión caribeña se les asignó un estatus limbo jurídico llamado hasta 2009 "combatientes enemigos", una argucia legal que, unido a un centro de internamiento en el extranjero, facilitaba no aplicar las leyes estadounidenses y al ser combatiente tampoco las disposiciones ginebrinas en caso de guerra. Obama prometió su cierre, pero también en esto se ha contradicho. Allí se torturó y retuvo a presuntos terroristas y no terroristas como el tiempo ha testimoniado. Ahora se rehabilita lo hecho allí diciéndonos que el hilo de esa madeja que ha permitido el asesinato de Ben Laden partió de aquella prisión. Los servicios secretos paquistaníes difunden, sin embargo, que ya en 2009 avisaron a la Inteligencia norteamericana de la casa en que se ocultaba el terrorista. Ahora cada uno ofrece las versiones que le interesan. Pakistán puede dejar de ser aliado preferente y estratégico en detrimento de una India que se ha ganado a pulso ser aliado y desde luego más fiable que el régimen paquistaní asentado en un polvorín. Veremos qué precio tiene en la diplomacia de los dólares apaciguar sus tumultos verbales y ficticios.

Pero el segundo interrogante es el que nos preocupa, o al menos debería hacernos pensar y reflexionar. Parece indubitado que había una orden clara y explícita, matar a Ben Laden. ¿Estamos ante una acción o acto de justicia o ante una venganza punitiva? Una cuestión es el mensaje que se difunde, amén de la euforia de algunos celebrándolo y otra, con los ordenamientos y sistemas jurídicos delante, pronunciarse no sobre la legitimidad y moralidad de lo sucedido, al margen del hecho de que estaba desarmado, sino de la misma legalidad de la actuación. ¿Puede un Gobierno o un presidente en un Estado democrático, soberanamente decidir el asesinato de una persona, pese a ser un despiadado y miserable criminal? ¿Dónde quedan los derechos de ese criminal? ¿Por qué no se le capturó vivo y se le procesó? ¿Realmente responde a criterios jurídicos, políticos, populistas, electoralistas, o un poco tal vez de todo?

Obama, que asumió la responsabilidad directa en la decisión, expresó del domingo dos frases que no pueden pasar desapercibidas: "Se ha hecho justicia" y "EEUU puede hacer lo que se proponga". Dos frases que resumen una forma nítida de pensar y que es compartida sin fisuras por el pueblo norteamericano y por muchos mandatarios y sociedades extranjeras. "Hacer lo que se proponga", pero ¿cómo es ese hacer, hasta dónde, con qué métodos? Cuántas barbaridades se han hecho en el pasado y se hacen, cuántas impunidades y dobles raseros.

Absurdamente algunos tachan que entre tanto articulista y opinador late una trasnochada progresía social o de izquierdas. No creo que merezca nadie tal invectiva. Los hechos son los hechos, o son los que nos dicen y quieren que aceptemos. Por mucho que Obama, que el fiscal general de EEUU, toda la clase política y todo un pueblo nos digan y bendigan la legalidad de la operación, tal vez tenga más de venganza que de legalidad. Se nos dice también que es un acto de guerra, aquella guerra global contra el terror lo que permite estar por encima del arrinconamiento legal de los ordenamientos nacionales. Que es esa legalidad internacional la que legitima como ataque preventivo o incluso reactivo, la operación de acabar con la vida de Ben Laden. Lo malo es que ésta la dictan las mismas potencias que se sientan en el Consejo de Seguridad de la ONU, teñidas por mucha hipocresía y por muchas varas de medir cínicas y amputadas. Se ve lo que se quiere ver y se calla y mira para hacia otro lado lo que simplemente no se quiere ver, porque molesta y turba espurias conciencias. El asesinato de Ben Laden tuvo quizás más de venganza, también emocional que de legalidad. Al menos jurídicamente tal y como están concebidas nuestras leyes. Vivo era un problema, muerto se cree que no tanto, salvo por lo que pueda hacer su organización terrorista, hoy descabezada política e ideológicamente afortunadamente, pero que no sabemos cómo está operativamente y quién, acaso Al Zawahiri, pueda dirigir la Base, deslocalizada y fragmentada en células durmientes por medio mundo. Quizás en una década, el mismo tiempo que llevó a la CIA cazar y asesinar a Ben Laden, tendremos respuesta o quizás nunca, porque tal vez ni siquiera merezcan la pena estos interrogantes entre cierta ética y reflexión crítica.

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