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La esquina

josé / aguilar

La Junta es un gigante

POR segunda vez en lo que va de legislatura el Parlamento andaluz ha tumbado un decreto del Gobierno autonómico que preside Susana Díaz. En esta ocasión, por chapucero: en un texto destinado a facilitar el acceso de los ayuntamientos a los planes de empleo metieron de matute una disposición adicional que asignaba tareas propias del funcionariado a 1.500 empleados laborales procedentes de la extinta Faffe.

La fundación Faffe, donde fueron acogidos numerosos familiares y amigos de altos cargos socialistas y algunos de cuyos directivos son investigados por presuntas corruptelas en los cursos de formación de trabajadores, fue unos de esos organismos creados por la Junta con el propósito de combatir el paro, ese gran fracaso de Andalucía. Se pueden dividir en dos bloques: los que han servido para poco y los que no han servido para nada.

Después de más de treinta años de ejercicio unilateral del poder -vamos, de mandar siempre un mismo partido, incluso cuando lo ha compartido con socios menores-, la comunidad autónoma andaluza ha construido una Administración gigantesca, lenta y pesada cual elefante y estrictamente ineficiente. Ni las estructuras educativas y sanitarias, tan potentes, justifican que haya más de 260.000 empleados públicos en Andalucía. Muchos de ellos mal organizados, ubicados en los sitios incorrectos o desaprovechados.

Tengo un amigo que conoce bien cómo funciona el Servicio Andaluz de Empleo (donde han ido a parar los 1.500 de la Faffe): trabaja allí. Para una población de siete mil habitantes son diez los empleados de su oficina de empleo. Parecen demasiados. Hace ocho años eran dos. "El trabajo que tengo encomendado cada mes lo puedo hacer en dos o tres días", me dice. Todavía se amarga al recordar cuando le mandaban centenares de folletos en polaco o árabe para ayudar a la integración de estos colectivos laborales... que nunca han existido en el pueblo.

Porque a la tendencia inicial de la autonomía naciente a ocupar el territorio se unió pronto una querencia irresistible por intervenir en toda la vida pública y controlar todas las relaciones sociales, porque el poder ha de enseñar músculo constantemente para hacerse visible y presente y porque el clientelismo obliga a la generación continua de refugios confortables para difuminar el descontento social, el caso es que el gigantismo es seña de identidad de la Junta.

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