Antigua es aquella gracia que daba nombre a las siglas de Renfe: "Rogamos empujen nuestros ferrocarriles estropeados". Hace ya unos años que Renfe cambió de siglas y se mudó a las de Adif para adaptarse a la moda de la palabra infraestructuras. Hace ya también tiempo, casi dos décadas, que Cádiz tenía tres enlaces diarios con Madrid: el incómodo pero barato Rápido, que no hacía honor a su nombre; el Express nocturno, con sus literas, compartimentos comunes y decenas de marineros por los pasillos, y el elitista Talgo que, veloz entonces, tardaba ocho horas en llegar a Atocha. Pero de un tiempo a esta parte, Renfe, o Adif, juega con Cádiz a los trenes. Reduce combinaciones, elimina paradas, encarece trayectos, complica la adquisición de billetes y, sobre todo, desperdicia una línea urbana con cuatro apeaderos donde no funciona aquel metro prometido antes de unas elecciones. Y podría.