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Fran González no tendría que haber dimitido el jueves asumiendo su responsabilidad ante el fracaso electoral socialista en Cádiz. Ni siquiera debió anunciar que no recogería el acta de concejal la noche electoral, cuando se le pasó por la cabeza. Fran González, ahora es fácil decirlo, debió dar un paso atrás mucho antes, en 2015, cuando obtuvo los peores resultados de la historia del PSOE gaditano, al que persigue la maldición de Carlos Díaz. Desde que el partido decidió apartar al ex alcalde de la batalla electoral en favor de Fermín Moral, no ha vuelto a levantar cabeza. Cuando Fran le cortó el paso a la ganadora de 2015, Teófila Martínez -lo contrario no se lo habría perdonado la militancia- y apoyó con evidente mala cara la investidura de José María González 'Kichi', dejó de ser útil para sus siglas como candidato. Pudo irle mejor formando parte de un gobierno de coalición -Kichi no habría tenido más remedio que aceptar- para proyectar su capacidad en la gestión con un par de delegaciones jugosas, pero jugó a torpedear la gobernanza municipal y ya es imposible averiguar qué habría sucedido en caso contrario.

El electorado nunca tuvo ni química ni piedad con Fran González y le endosó un castigo colosal a su lista hace ya cuatro años, con apenas 5 concejales, lo nunca visto. Sólo a un partido enloquecido dispuesto a machacar a la base electoral se le ocurriría presentar en 2019 al mismo candidato al que ya se le dio la espalda. Ese loco se llama PSOE de Cádiz y su error fue antológico. Al insistir en la figura de Fran, el elector se sintió como el cliente que quiere comprar un deportivo nuevo y su concesionario de confianza sólo le ofrece una y otra vez una furgoneta de segunda mano. Lo lógico es que el personal acabe por llamar a otra puerta para encontrar lo que busca.

La inercia nacional, tras la clara victoria del PSOE en las generales, parecía favorecer a Fran González. Pero el tirón de Pedro Sánchez sólo sirvió para dejarle en evidencia, como prueba que los gaditanos le otorgaran 9.000 papeletas más al PSOE en las europeas que en las municipales. Acorralado, Fran González ha encajado la derrota en primera persona; pero, para ser justos, el partido tiene mucho que callar. Para ganar unas elecciones o lograr un resultado aceptable hay que salir a por todas, y el PSOE jugó a perder. Desde el minuto uno del anterior mandato, sus dirigentes provinciales y regionales no disimularon su distanciamiento con su líder local, sin hacer nada al respecto. Hasta le dieron por muerto desde el primer día. Pero en lugar de buscar una salida entre todos, los romanistas, sanchistas, pizarristas y susanistas hicieron la guerra por su cuenta, prueba de que el PSOE no quiso ganar. Siempre prefieren afilar los cuchillos pensando, sin ir más lejos, en la próxima batalla por el primer sillón de la Diputación. Ni siquiera buscó una alternativa a un Fran González que no logró conectar ni con los militantes históricos. Tras ganar el último congreso local, él mismo vio que lo mejor era buscar otro cartel electoral. Sabía que su destino estaba escrito, pero cambió de opinión sobre la marcha y se estrelló. Sacó los mismos concejales, pero con mil votos menos y dejándose hasta el sillón de la Diputación. El PSOE no quiso entender que su coche usado no entusiasmaba al personal.

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