Juego de tronos

Tanto quería Pablo Iglesias protagonizar su 'Juego de tronos' que, al final, lo consiguió

Hay que tener mucho cuidado con lo que sueña, porque, como advierte un poema de Javier Salvago, soñar es gratis, dicen, pero quien ha soñado sabe que los sueños no suelen salir gratis. A mí no se me puede olvidar la afición de Pablo Iglesias a la serie Juego de tronos, porque hizo que yo, por prescripción de un maestro del periodismo, me pusiese a verla, para entender a Podemos. Fue un trago, un trago largo, pero al final me enganché, y aquí estoy, esperando la nueva y última entrega en abril, como un Alonso Quijano cualquiera perdiendo el seso de claro en claro con cosas que quizá merezcan el fuego en el patio del cortijo.

En principio, pensé que la serie no me había servido demasiado para entender a Podemos y que era mejor Borgen para entender a Albert Rivera. No sabemos lo que pensó el rey Felipe VI, al que Pablo Iglesias regaló los DVDs en uno de sus encuentros oficiales.

Quizá el rey esté como yo, pensando que ahora sí que ha tenido Pablo Iglesias sus dos tazas de Juego de tronos, porque lo que le ha hecho Errejón parece la traición a Robb Stark en la Boda Roja. O todavía más: se diría que Iglesias estaba en una lista de Íñigo Errejón como la que tenía Arya Stark de venganzas pendientes. Parecía un niño y era la gemela de la niña Stark. Ha esperado con paciencia y mil caras el momento más letal.

Eso no hace falta haber visto Juego de tronos para entenderlo: ya nombrado candidato de Podemos, va Errejón y se larga con Carmena, pero queriendo, encima, que Podemos lo mantenga como su candidato no suyo. Evidencia dos cosas: una exigencia de autonomía como otras marcas blancas de Podemos y el reconocimiento de que Podemos es una marca negra. No reniega de los votantes de izquierdas sino del estilo de Pablo Iglesias y su camarilla. Es un golpe maestro.

Por lo visto, Iglesias, en su chalet de Galapagar, que es como un castillo de Juego de tronos, se siente traicionado y (lo que debe de sentarle mucho peor) con poca capacidad de reacción política y puesto en la picota como líder y como estratega. El consuelo que le debe de quedar a Pablo Iglesias es que ya está a punto de emitirse la sexta temporada de Juego de Tronos. Seguro que le entretiene mucho y le distrae. Encima, es ya la última entrega y podrá buscarse otra metáfora audiovisual menos movida, menos sangrienta, menos sorpresiva. Ya no tenemos edad para estos sobresaltos, y las series, al final, se cumplen.

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