Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

EN la última semana todos los periódicos y noticiarios españoles y muchos de Iberoamérica y Europa han dedicado abundante espacio y elogiosos comentarios al fallecimiento de José Manuel Lara. No podía ser de otro modo dada la importancia de su obra y la dimensión de su personalidad. En un país en el que se tiene a gala no respetar ni admirar a casi nadie y en el que tantas veces se menosprecia el mérito y se orilla el talento, la unanimidad puesta de manifiesto tras su muerte no es producto de la casualidad.

Su pérdida empobrece enormemente un país tan necesitado de liderazgos, cabezas lúcidas y personas con sentido de estado. En tiempos de desorientación y debilidad de las instituciones en los que se pone en cuestión con superficialidad, cuando no con frivolidad, el legado de la transición y la Constitución del 78, conviene recordar que los últimos treinta y siete años han sido los mejores que ha vivido España en casi tres siglos. José Manuel Lara fue una de las personas de esa generación que mejor vio cómo iba a ser la España de después de Franco. Con empuje y sentido del riesgo, superó a todos los editores españoles, engrandeció la empresa que fundara su padre hasta unos límites insospechados y sorprendió a todos.

Era inteligente, generoso y muy divertido.

La claridad con que se expresaba no era más que la natural consecuencia de la claridad de sus ideas y de la franqueza que lo caracterizaba.

En un país de personas generalmente temerosas de manifestarse sobre asuntos delicados, José Manuel Lara decía lo que pensaba con un innegable sentido de la oportunidad y un pragmatismo a prueba de bombas. Si su reputación ya era alta, el haber sido el primer empresario que se manifestara públicamente sobre el desafío independentista de quienes gobiernan Cataluña, la hizo todavía mayor.

Sentirse catalán y español a la vez, el hecho de que fuera propietario de influyentes sellos editoriales y medios de comunicación y su pertenencia a las asociaciones, fundaciones y consejos con más peso del país, le conferían una condición única. Recibía mucha información y se relacionaba a diario con las personas más decisivas de la política, la economía, la cultura y el pensamiento. Debido a ello y a la agudeza con que procesaba los datos, conocía como nadie los principales problemas de España y tengan por seguro que aportó soluciones discretas y eficaces a muchos de ellos.

En lo que a Andalucía afecta, las actividades de edición y mecenazgo que realizó a través de la Fundación que lleva el nombre de su padre, han contribuido considerablemente a la difusión de la cultura de nuestra región.

José Manuel Lara tuvo toda su vida fuertes vínculos con Andalucía. En los últimos veinte años éstos ganaron en frecuencia e intensidad. Como consecuencia de ello quiso apoyar que en Andalucía se editaran periódicos de calidad, independientes y comprometidos con los intereses de la comunidad . Ello entraba de lleno en sus inquietudes y sentimientos. Era un hombre con una clara conciencia de la función social que cumple la prensa. Ello propició que hace tres años entrara a formar parte del accionariado de la sociedad editora de este periódico. Eligió hacerlo a título personal, de manera independiente al Grupo Planeta y sus filiales.

En un momento de grandes y, a la vez, esperanzadoras incertidumbres en las empresas periodísticas, la atracción que sentía por el oficio de editar diarios, la querencia que tenía por todo lo andaluz y el afecto que le profesaba a la familia Joly provocaron la feliz circunstancia de su incorporación. Haberlo tenido como socio y disfrutar de su amistad ha sido un privilegio al que nos hemos acostumbrado y que, desgraciadamente, no podremos por menos que echar de menos toda nuestra vida.

Sus muchos éxitos y el prestigio que le acompañaba, lejos de envanecerlo, le confirieron una sencillez y naturalidad dignos de encomio.

La entereza y dignidad con que sobrellevó la enfermedad que le atacó en 2011 producía una admiración sin disimulo. Ni una queja, ni un lamento; sólo optimismo, sentido del humor, planes de futuro e ir al despacho cada día. Una valentía y determinación así sólo puede aportarla una mente fuerte, limpia y generosa.

Descanse en paz.

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