En tránsito

Eduardo Jordá

El Jocundo Cecilio

UN banquero romano, llamado Lucio Cecilio Jocundo -el Jocundo Cecilio, un nombre que parece de Monty Python aunque era real-, había hecho inscribir en los muros de su villa pompeyana, que tenía decorada con bonitos frescos eróticos: "Maldita la persona que no sea capaz de gozar". El Jocundo Cecilio guardaba también en su villa de Pompeya una caja fuerte y unos cofres con las tablillas de su contabilidad, en las que se demostraba que los césares falsificaban la moneda añadiendo más cobre del debido a las monedas de plata. Sabemos todo esto porque el Vesubio arrasó con un manto de lava y ceniza la ciudad de Pompeya. El Jocundo Cecilio murió, pero nos han llegado sus frescos eróticos y sus tablillas contables y su caja fuerte. Y la jocunda inscripción con que recibía a sus invitados: "Maldita la persona que no sea capaz de gozar".

Me he acordado de Cecilio Jocundo al ver las fotos de la fiesta privada de Berlusconi en su villa de Cerdeña. No sé por qué, pero algo me dice que el banquero de Pompeya también era bajito y corpulento y gustaba de rodearse de bailarinas y cantantes y falsificadores de moneda. Desde luego, las fotos que hemos visto de la villa de Berlusconi no desentonarían en un fresco pompeyano: chicas desnudas, un sátiro junto a una hamaca, una piscina, el jardín de una mansión. Pero no sé por qué nos indignamos tanto con estas fotos. Si una máquina aún no inventada pudiera averiguar cuáles son los deseos reales de la gente, comprobaríamos que el noventa por ciento de los habitantes de este planeta sueña con hacer posible una cosa así: vivir como Lucio Cecilio Jocundo, vivir como Berlusconi. Poca gente sueña con una vida de trabajo y esfuerzo, un salario merecido, una vida familiar responsable, una cierta austeridad, una digna respetabilidad ante uno mismo y ante los demás. Nada de eso. Si el diablo se hiciera presente ante nosotros y nos ofreciera hacer reales nuestros sueños, ¿quién se negaría a ser como Cecilio Jocundo? ¿Quién no querría ser uno de esos invitados a la villa sarda de Berlusconi, con todos los caprichos pagados a cuenta del Estado?

Esta misma semana hemos conocido la muerte de la última superviviente del hundimiento del Titanic. Quizá no sea una casualidad. Berlusconi gobierna con mayoría absoluta en Italia, y estas fotos, lejos de arruinar su carrera, lograrán que sea más envidiado aún por sus conciudadanos (y quizá por muchos europeos). En toda Europa, lejos de provocar una regeneración de la vida política, las trifulcas y las corruptelas de los partidos sólo hacen que la gente procure pasárselo lo mejor posible antes de que el barco se vaya al fondo del mar. Y como decía Lucio Cecilio Jocundo, "maldita la persona que no sea capaz de gozar".

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