NO es hora de llevarnos las manos a la cabeza, eso fue hace mucho tiempo. No es hora de escandalizarnos con nuestros políticos, los votamos nosotros. No es hora de hacer cuentas de lo que se debe, se debe todo. Cualquier aspaviento es extemporáneo. La mayor alarma, inútil porque ya ha pasado de todo. Nuestra queja sólo es excusa de nuestra indolencia.

Ni Pacheco, ni Pilar Sánchez, ni Pelayo, ni Mamen. Ni la cabeza de uno, ni los meñiques de otra. Es Jerez quien se sienta en el banquillo, quien es ridiculizada, quien navega sin rumbo y a la deriva con la ceguera de una ciudadanía que sólo protesta si el alumbrado es feo o cambian la carrera oficial de las procesiones.

Cada vez que un alcalde de Jerez entra en prisión es la ciudad la que pierde y paga sus culpas, cuando cierra un comercio del centro es la ciudad la que agoniza, si calles y barrios completos están apuntalados, es la ciudad la que se derrumba, si edificios históricos como San Blas, la que fuera Caja Postal, el tabanco del Duque, el palacio de Villapanés, la plaza de Belén y suma y sigue, se caen, es Jerez y su memoria las que se destruyen, si la plaza de toros está abandonada, si el teatro Villamarta cierra, es Jerez la que se empobrece. Si las nuevas generaciones se tienen que ir de Jerez para encontrar un futuro es Jerez quien pierde el suyo.

Aquellos jerezanos que han tenido y tienen mucho dinero por venta de acciones de bodegas señeras y de bebidas carbónicas, no han invertido un céntimo en una ciudad en la que no creen. Tan sólo presumen de ella como de un apellido antiguo que da lustre pero no sirve para nada. La clase media se ha dejado llevar del populismo y no ha protestado.

No necesitamos turroneros ni políticos. Necesitamos empresas, generosidad y compromiso. Necesitamos cultura. Un Pepe Estévez que reinvirtió en el Jerez su patrimonio, un José Ignacio Domecq que dio su nariz y su imagen al Jerez, un Luis Caballero que impidió que grandes vinos cayeran en manos funestas, un Manuel Martín Hierro con sus jamones Montesierra, un Juan García Jarana con sus motos y su perseverancia, Un Alfonso Rodríguez y su celebérrimo catering.

Jerez no puede ser un centro comercial a la afueras con gente analfabeta paseando ni una suma de bares. Hay que habitar el centro, abrirlo y resucitarlo. Hay que salvar al Villamarta como sea. Tenemos que dejar de lamernos las heridas y de hablar en pasado. Al lío.

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