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El lanzador de cuchillos

'Je suis Voltaire'

Siempre será preferible una religión que amenaza con el infierno a otra que contemple acelerar el trámite

Se ha iniciado en París el juicio por el atentado contra la revista satírica Charlie Hebdo, perpetrado en enero de 2015 por un grupo yihadista que acribilló a balazos a media redacción en venganza por la publicación de varias viñetas humorísticas sobre Mahoma. Meses después de aquel ataque, fanáticos similares provocaron otra matanza en la sala Bataclan, donde fueron asesinados 90 jóvenes que cometían el pecado occidental de asistir a un concierto de rock. Poca gente cayó entonces en la cuenta del hecho paradójico de que el teatro estuviese situado en una calle parisina dedicada a Voltaire. El escritor francés, autor de un celebrado tratado sobre la tolerancia, se ganó una merecida fama de combatiente contra las infamias del fanatismo clerical.

El siglo XXI se ha convertido en el escenario temporal de la última guerra de religión, que amenaza con llevarse por delante lo que queda de una civilización occidental caracterizada por la libertad de acción y pensamiento. No hay más que echar una ojeada a los libros de Historia para constatar que todos los grandes credos, cuando han tenido la fuerza suficiente, se han ocupado de silenciar o ejecutar a quienes los han puesto en duda, lo que, bien mirado, no deja de ser una muestra de debilidad. Conviene, además, no olvidar que la necesidad de prohibir y censurar, de acallar a los disidentes, de condenar a los distintos y de invocar una salvación exclusiva representa la esencia misma del totalitarismo. No obstante, puestos a elegir, como ha escrito Félix Ovejero, siempre será preferible una religión que amenaza con el chantaje del infierno a otra que, en alguna de sus variantes, contemple la posibilidad de acelerar el trámite. Aunque lo cierto es que entre los bomberos de la cosa religiosa no suelen pisarse la manguera. Cualquiera habría imaginado que la fatwa dictada por Jomeini contra Salman Rushdie, un individuo solitario y pacífico que llevaba una vida dedicada a la escritura, habría suscitado una condena generalizada. Pero no fue así: el Vaticano, el arzobispo de Canterbury y el principal rabino sefardí de Israel mostraron unánime simpatía… ¡por el ayatolá! El papa Francisco, por su parte, acogió con una preocupante enmienda parcial la respuesta sangrienta del ISIS a los ataques al islam de los dibujantes de Charlie: "Si alguien dice una palabrota sobre mi madre, puede esperarse un puñetazo". Equidistancia bergogliana: con esa leyenda y la imagen de los hermanos Kouachi descargando sus fusiles sobre Wolinski, HBO te hace un cartel la mar de cuco.

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