Días caninos

Jorge Bezares

Jarabe de palo

Cuando la calle empezó a decirle a ZP que la austeridad por la austeridad no era el camino, desde el PP se mostraba comprensión con los ciudadanos que protestaban contra un Gobierno socialista que era el problema, que encarnaba a la misma crisis, como machacaba una y otra vez Rajoy. Sólo cuando los del 15-M acamparon permanentemente delante del despacho de Esperanza Aguirre y vieron que allí había demasiado rojerío, recularon a toda leche. Parlamentariamente, los populares votaron incluso en contra del primer plan de ajuste impuesto por la UE a ZP, alegando que era "improvisado, insuficiente e injusto". Las medidas, consideradas urgentes y imprescindibles por el Ejecutivo socialista, fueron aprobadas gracias a la abstención de CiU. En aquella ocasión, España se salvó de caer en una especie de abismo económico por un solo diputado. Entonces, los socialistas estaban muy preocupados por la mala imagen que se trasladaba al exterior con las protestas, y se quejaban de la deslealtad del PP para con España. Pues bien, ahora estamos más o menos igual, pero con los papeles cambiados. Pero hay una gran diferencia, a los populares les va la marcha de mandar, de mantener el orden público a golpe de antidisturbios. Debe ser el legado que les dejó don Manuel Fraga, que ya, en sus tiempos mozos, se creyó que la calle era suya (y, por tanto, de todos ellos). Así las cosas, aparte de recortes y ajustes que han convertido a Rajoy en una especie de discípulo sado-masoquista de Angela Merkel, han recetado a los españoles jarabe de palo.  Yo estaba allí el 25-S, en la protesta que buscaba cercar el Congreso, y puedo asegurar que el mismo despliegue policial- más de un millar de policías, con caballos, perros y lecheras-, era ya toda una declaración de intenciones. A la primera que un grupito de manifestantes se puso nervioso y empujó contra las vallas colocadas en confluencia de la plaza de Neptuno y con la de las Cortes, los policías comenzaron a repartir jarabe de palo a diestro y siniestro y se llevaron detenidas a nueve personas. Más tarde, la bronca llegó hasta el Paseo del Prado, donde un camarero impidió a los antidisturbios que entraran en un bar donde se refugió un grupo de manifestantes, e incluso hasta la estación de Atocha, donde los policías irrumpieron como elefantes en una cacharrería disparando pelotas de gomas en los andenes. Al final, 35 detenidos y más de 60 heridos. Lo peor de todo es que a los arrestados los han acusado de un presunto delito contra las instituciones del Estado. Menos mal que no los raparon.

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