Desde mi cierro

Pedro G. / Tuero

Una Isla rutera

Allá, por el mes de julio de 1997, leíamos en la prensa: "Lo mejor de la Ruta de Camarón, que ayer se presentó en San Fernando, es de carne y hueso, tiene 65 años, y se llama Manuel Monge Cruz, hermano del cantaor fallecido, que cuida con mimo y veneración la vieja fragua, y por ende, la casa donde los ocho hermanos salieron adelante entre penas, pero con orgullo, en el número 29 de la calle del Carmen…". Y así, mi cañaílla lector, comenzaba la primera ruta de La Isla nuestra, a la que luego se irían uniendo otras con mayor o menor logro y éxito. Y es que esta Isla es una Isla rutera. A lo largo de los últimos años se han ido creando una serie de itinerarios que por lo que he visto desde aquí no han tenido demasiada repercusión. Unas rutas bien planteadas, pero su difusión no ha sido la más oportuna. Pero fue la más antigua de ellas, la de Camarón -de la que éste escribidor de poca monta tuvo la satisfacción de ser su artífice-, hoy vigente aún, pero algo deteriorada desde el comienzo. No obstante, su diseño originario se mantiene, aunque, según observo desde este cierro, su concurrencia no es la deseada.

Pero en esta Isla algo desangelada, se necesita tener mucha imaginación para seguir adelante. Una Isla en donde a día de hoy conviven diferentes rutas que podríamos agrupar y crear "la ruta de las rutas". Algo que este opinador desaborido propondría así: una vez en el cementerio municipal -no hay mejor lugar para concentrar a todos los ruteros-, les enseñamos el mausoleo de Camarón, en primer lugar. Luego, giraríamos una visita por este santo lugar, mostrando distintos nichos y tumbas que han sido sus depositados relevantes personajes de la historia de esta ciudad. Sin olvidarnos de visitar el panteón del general Varela, algo que en la actualidad ni se nombra y que muchos desconocen, pero es una realidad -nos guste o no-, un importante personaje de la reciente historia de España, que nos debe interesar sobre todo por ser un destacado hijo de esta Isla que sabe muy bien olvidar. A continuación, seguiríamos la ruta Camarón, pero al revés, y la acabaríamos en nuestra fastuosa iglesia de El Carmen; ya, desde allí, comenzaríamos otro itinerario -el de nuestras iglesias- concluyendo en la capilla de la Compañía de María e iniciando a su vez la ruta Constitucional o de las Cortes. Y así sucesivamente, sin olvidarnos de girar una suculenta y obligada visita a la Venta de Vargas, en la que sus caldos y exquisitas sustancias pudieran servir de viático para el rutero.

No obstante, hay otras que podríamos también agrupar, entrelazándolas. Así, la de la batalla naval de 1808; la de la sal; o la de la Armada con dos referencias obligatorias: el Real Observatorio y el Panteón. Y una vez allí, en San Carlos, se podría realizar otra por las doce plantas del hospital, comprobando cómo los trabajos preparativos para ese disfraz llamado "alta resolución", van adelante. Aunque, según el "asusanado" señor López Gil, de aquí a dos años faltarán plantas. Lógico, porque el vestíbulo del hospital es muy espacioso. Y siempre unas macetitas con sus plantas adornan y embellecen. Si se Puede.

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