Puente de UreñA

Rafael / Duarte

La Isla y los Reyes

EN la Isla, por la mañana, cuando el fango levita entre la bajamar y el sol naciente, parece que nos sostiene una corona de plata. A lo mejor, esta mañana, también pudiera parecer un roscón de reyes, un anillo sin nibelungos, una corona de laurel. Es bonita la marisma así, coronada de cieno para bien o para mal, según nos juegue el trampantojo. Y hablo de coronas porque vendrán los reyes aún con crisis. Vendrán a pesar de los pobres niños, que tanto mediocres, como pintamonas, aprovechan como trampolín social y que no tienen la culpa de nada de lo que ocurre. Y que la Cabalgata, como espejo de la ciudad, levitará sobre una Isla empobrecida, civilmente desestructurada, llena de filósofos de bares, peyorativos y salvaislas, que todo lo ven más negro que el resentimiento o el odio.

A esa isla traen los reyes, no obstante, oro de albero y arena, incienso de cofradías, mirra amarga como resina de pinar. Todo un vaticinio de tiempo convulso porque el cristianismo es resurrección tras muerte y dolor, y las masas que hoy aplauden, mañana pueden vituperar como nadie, que de vasos de eso están llenas las botellas de la historia.

Podríamos decir que al margen de cabalgatas y carrozas de Disney, esa cultura americana que plagian los chinos y los artesanos andaluces, la verdadera fiesta de Reyes la viven los peques, esos que no entienden de políticas, de polémicas y, todavía, de que el odio sea la única pasión universal que no se acaba en un abrazo.

Ellos, cuando la mañana levite sobre la corona real de la marisma y el sol, se habrán despertado nerviosos, corrido hacia el salón, y entre gritos de júbilo soñaran despiertos con lo que pidieron en sus cartas, días atrás.

Quiero evocar, no obstante a los niños de mi generación, esos que nos íbamos a la cama sin cenar o con un migote - ojo la Academia no lo incluyó nunca en el DRAE- de pan duro y café negro. Esos que tenían por la mañana un camioncillo que había fabricado el padre, buen carpintero, o tornero, o tallista o… en horas tardas para que no notaran, eso, que no había un duro y que los reyes eran los padres.

Cuando la república española, los gobernantes derogaron los títulos nobiliarios. Pero, la prensa, la canallesca y la otra, aclaraban que fulano era ex conde de Filipinas, porque si no, nadie los conocía por el nombre, y las noticias sin ecos no son noticia, ya se sabe.

Con estos tiempos rarificados, donde las nuevas lumbreras sin casta lo saben todo, como los de la casta, y no quieren asesores ni saberes, pienso yo una cabalgata de ex reyes, ex Melchor, etc., porque si no, ¿cómo iban a saber los niños a quien dirigir esas misivas de sueños y deseos? Ya no sabemos. Porque lo que lo saben todo son ellos. La mediocridad actual imperante, es la que piensa que todo el mundo es reemplazable. Y la mediocridad, que es insomne, puede aplastar a la inteligencia y a la creatividad, que necesita musas e inspiraciones. Ojalá que los reyes traigan o hayan traído buenas ideas y buenos sentimientos. Esos que son eternos. Esos valores que brillan sobre el litoral de agua, levantando esperanzas de las que se cumplen y no regalos de cartón o malas noticias.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios