TENGO el umbral de indignación muy alto. No me indignan titiriteros provocando con una obrita infantil por su infantilismo. Les ponía, como esa incógnita sobre la libertad que es La naranja mecánica, en un taller de reeducación para que vieran imágenes de ahorcamientos, violaciones y el dolor causado por el terrorismo etarra e islamista, a lo mejor así dejaban de trivializar comparándose con creadores a los que venero. Peckinpah hacía que repeliera la violación mostrando una violación, Lang hacía que repeliera el linchamiento mostrando un linchamiento y Winterbottom, en su película sobre Guantánamo, consigue que no entendamos nada. Es importante no entender nada. Pero estos días de gloria gratuita a gamberrillos que mostraron a niños una obra que no era de niños sólo merece dos pescozones y el olvido. Y la dimisión del torpe que la programó. Pero enchorinarlos... Aquí todo lo arreglamos con las rejas.

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