NO conozco a nadie que esté indeciso. Todo está decidido, según mi percepción. Dicho en gaditano: el pescao está to vendío. ¿Resultado? Eso se sabrá en la noche del día 9. Puede, eso sí, que muchos se reafirmen en su voto. Como por ejemplo quienes han sabido ayer por el ABC que Blanco, el inefable, ha dictado dos consignas al personal socialista a modo de manual de uso: el PP es la "extrema derecha" y Rajoy es un "autoritario". Ni él se lo cree, es sabido, pero en esta caza a lazo del incauto puede que se haya dicho que vale todo. En Ferraz. Más que nada porque vaya problemón que tendría España con un partido de extrema derecha con 11 millones de votos. Definitivamente, muchos estaríamos llamando en la puerta de Gibraltar para salir huyendo de la quema, el incendio del Reichstag sería una candelá en la noche de las barbacoas del Carranza al lado de lo que sería nuestro viejo país con ese número de españoles por la labor de encuadrarse en la extrema derecha clásica, no el espantajo para incautos de Pepiño Blanco.

Quería decir de los indecisos, sí, que no conozco a ningún que manifieste no saber si va a votar a Teófila, o a Rubalcaba, o a Barroso o a otros (hablo en gaditano de nuevo), o a Javier Arenas o a Manuel Chaves: más bien es que no te lo dicen, lo cual que. La disyuntiva está entre los que te dicen a quien van votar, los que te dicen a quien no van a votar y aquellos que ya saben que no van a votar. Son tus amigos y no te lo dicen, imaginemos a la entrevistadora que me llamó el otro día a mi casa por teléfono para hacerme la encuesta de los indecisos, con diez preguntas y en la mitad, como para cogerme desprevenido, me preguntó la pregunta guardada para el momento oportuno: a quién tengo pensado votar el día 9 de marzo, Zapatero, Rajoy, otrosý Que no le dije, claro. Porque el voto es secreto y porque alguien que tiene tu número de teléfono no te puede garantizar la confidencialidad de un dato tan importante como ese.

Iba diciendo, ¿indeciso yo? En absoluto. Pocas veces he tenido tan claro a quién debo votar y a quiénes no debo votar. Y si no lo digo aquí, que ganas no me faltan, es por respeto a los lectores, que votarán, estoy seguro, unos a unos y otros a otros. Como es natural y debe ser. Y de eso me englorio. Pero a una señorita anónima que llama a mi casa desde un teléfono que no canta el número, no, ni mijita. Y de ahí salen las encuestas, las horquillas y demás faramalla semántica de la sociología electoral. Y toda la componenda politológica (eso es un palabro y lo demás cuento) de establecer las normas, procedimientos y otros modos de hacer un gobierno ¿con los nacionalistas? Estable, o fuerte, o para echarse a temblar.

La encuesta del día 9 es la buena. Dirá si los españoles queremos cambiar, más de lo mismo, o si nos vamos a lavar las manos, como Pilatos. Y que la Providencia actúe.

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