EL Parlamento vasco dio ayer vía libre al segundo proyecto soberanista del lehendakari Ibarretxe, al aprobar el proyecto de ley que le permitiría consultar a los ciudadanos de dicha comunidad autónoma sobre el fin dialogado de la violencia etarra y sobre el derecho a decidir de los vascos. Lo hizo como la otra vez: por un solo voto de diferencia (los diputados del PSOE y PP votaron en contra), precisamente el voto prestado por el Partido Comunista de las Tierras Vascas con el decidido propósito de desestabilizar al sistema democrático. Igual que SA, el grupo de Batasuna, hace cuatro años, con el llamado Plan Ibarretxe. Como entonces, el presidente de Euskadi recaba el apoyo de un partido que secunda la estrategia de la banda terrorista, asume sus postulados y calla ante sus asesinatos, razones por las cuales está sometido a un proceso penal para su ilegalización, de acuerdo con la Ley de Partidos. Esta actitud de Ibarretxe ya sería suficiente para descalificar su proyecto, sin olvidar que forma parte de una operación personal encaminada a atraerse el voto del nacionalismo radical cuando convoque las elecciones autonómicas, en los próximos meses. De ahí también su plan sobre las otras víctimas de la violencia y la negativa a desalojar a los alcaldes abertzales que no condenan a ETA. Pero, además, la pretendida consulta es manifiestamente ilegal. Ni un gobierno autonómico está capacitado jurídicamente para convocar un referéndum ni el contenido de éste cabe en la Constitución. No hay en la Constitución un derecho a decidir de cada autonomía sobre su futuro, sino un derecho a decidir del conjunto de los españoles. Por eso, la vicepresidenta del Gobierno se apresuró a ratificar que el proyecto de ley aprobado ayer será impugnado ante el Tribunal Constitucional en cuanto sea publicado en el Boletín Oficial de la Comunidad Autónoma. Por si eso fuera poco, Ibarretxe demuestra su catadura política y moral al eludir ahora el requisito que él mismo había puesto para realizar la consulta a los ciudadanos: ausencia total de violencia. Un político sin palabra y que camina hacia el abismo.

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