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Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Huelga de guionistas

LOS guionistas de ficción de las televisiones y el cine están en huelga en Estados Unidos desde hace cinco semanas. El sueldo medio de estos inventores de historias es de 50.000 euros, aunque la clase alta llega a los 200.000, cien veces menos que los actores de postín. Hollywood trabaja al ralentí y las televisiones han decidido que en cuanto se les acabe la nevera, aumentarán los realities y los espectáculos hablados, esos con invitado famoso al que despellejan otra clase de inventores de historias; no sé si les suena.

¿Y si los que se ponen de huelga son los guionistas de los políticos? Los dirigentes españoles tienen gurús, que interpretan signos y encuestas, y guionistas que les construyen discursos. Es conocido que Montilla contrató a los guionistas de Buenafuente. A veces, cuando el político es muy importante, hay varios amanuenses que pasan a limpio ideas de unos y otros y el resultado está tan lleno de ciencia como falto de gracia.

Félix Bayón escribió la confidencia de un amigo, dedicado a estos menesteres, que le preparaba a un presidente del Gobierno amigo de Bush unos textos estupendos y ocurrentes, que no acababan de gustar a la gente. El equipo mediático acabó dándose cuenta de que no era un problema de letra, sino de música. Así que cuando tenía el guión terminado, el autor ensayaba el discurso imitando la voz de Aznar, para probar el grado de simpatía que tendría en público. A estos personajes, cuando se convierten en ex, no les abandona el desodorante, ni su pareja, sino el guionista. Y es en esos trances en los que se les oye decir tonterías del tipo de que no les gusta que les digan a qué velocidad pueden conducir o cuántas copas de vino se pueden beber antes de coger el coche.

Hay negros más malos, como el que le escribió a Ana Rosa Quintana una novela por encargo y colocó varios plagios literales para venderlos después y dejarla en evidencia. Pero en general los guionistas son gente abnegada y humilde que se da por satisfecha si su jefe tiene éxito. De Reagan y Yeltsin se contaban leyendas sobre su torpeza a la hora de pronunciar discursos en escenarios equivocados, como si se tratase de personajes de Pedro Camacho, el escribidor en la novela de Vargas Llosa sobre la tía Julia.

Y no sé qué pensar sobre las salidas de tono de políticos en activo. Las chuflas de Rajoy hacia el cambio climático, la solemne afirmación de Zapatero de que el proceso de paz con ETA iba estupendamente hace un año o la rotunda declaración de Pepiño Blanco sobre la visita de los Reyes a Marruecos, léase Ceuta y Melilla. Esto sólo se comprende con una huelga. Como los negros son anónimos, si hiciesen un paro reivindicativo de cinco semanas nadie lo sabría, pero se notaría. Para explicarlo valdría el eslogan de aquel anuncio de desodorante: "No se notará si usted lo usa, pero sí se notará si no lo usa".

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