'Hoc est ego'

Molar, molar no ha molado, aunque sea una muela y se llama irónicamente así. Se aferraba a su mandíbula

El nombre forja el destino, incluso de una muela. Recuerdo cuánto me celebraron mis esperanzados padres que me saliese la del juicio. Su nombre auspiciaba una anhelada sensatez. Uso el singular porque sólo me salió una; pero incluso una era demasiado para lo que mi sentido común merecía, por lo visto; y la dentista me aconsejó que me la sacase. Le tenía tanta ley que pedí una segunda opinión. Coincidió con la primera.

He intentado calmar mis aprensiones con pensamientos barrocos. Los intelectuales de entonces, para no olvidar la fugacidad de la vida ni el más allá, se ponían una calavera en la mesa del escritorio, y le colgaban un cartelito que rezaba: "Hoc est ego", esto es, "esto soy yo". Ahora no hace falta porque, previo a la extracción, se ponen a explicarte una radiografía de tu cara que es la calavera barroca, pero sin metáforas: "Eso sí que soy yo", en blanco y negro y retroiluminado.

Eso no es nada: hay un escalón más hondo de reflexión ascética. Tumbado en el sillón dental empecé a verlo claro a pesar de que el flexo me deslumbraba. Me había llevado para la sala de espera una lectura para la ocasión, el Manual de Escapología. Teoría y práctica de la huida del mundo, de Antonio Pau, y más concretamente su explicación del taoísmo como técnica para vaciarte de ti mismo y alcanzar la ataraxia.

El libro es muy recomendable, pero bajo los alicates del dentista o, mejor dicho, por fuera de ellos, que trabajaban por dentro de mi boca, la escapología no funciona. Estás bien agarrado y te encuentras contigo mismo como cuerpo sintiente. Molar, molar no ha molado, aunque sea una muela. Por supuesto, la anestesia, taoísmo sintético, hacía su trabajo y sufrir, sufrir, sólo sufría angustia metafísica. Porque a cada arreón que daba la dulce dentista sentía cómo me crujía, como una vieja carabela, la calavera. Se aferraba la pobre muela a su mandíbula. "A nadie le gusta que le quiten lo que es suyo", le habían dicho, en ocasión análoga, a mi mujer, cuando preguntó si le iba a doler, y yo recordaba esa frase y, siendo tan partidario de la pequeña propiedad, entendía que mi cuerpo defendiese así a su muela.

Me dio tiempo a hacer todo tipo de reflexiones profundísimas, también porque no podía hablar, que distrae mucho. Ya al final, caí en que puede llamarse "muela del juicio" por lo que se filosofa durante su extracción. Yo, desde luego, he salido muy dolorido y juicioso.

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