La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Historia maltratada

En su Introducción a la historia escribió Marc Bloch: "Los griegos y los latinos -nuestros primeros maestros- eran pueblos historiógrafos. El cristianismo es una religión de historiadores. Otros sistemas religiosos han podido fundar sus creencias y sus ritos en una mitología más o menos exterior al tiempo humano. Por libros sagrados, tienen los cristianos libros de historia, y sus liturgias conmemoran los episodios de la vida terrestre de un Dios… (…) Nuestro arte, nuestros monumentos literarios, están llenos de los ecos del pasado. (…) Es indudable que las civilizaciones pueden cambiar; no es imposible que la nuestra no se aparte un día de la historia. Los historiadores deberán reflexionar sobre ello. Porque es posible que, si no nos ponemos en guardia, la historia mal entendida acabe por desacreditar a la historia mejor comprendida. Pero si llegáramos a eso alguna vez, sería a costa de una profunda ruptura con nuestras más constantes tradiciones intelectuales".

Y tanto que se pueden producir rupturas que provocan catástrofes no solo intelectuales. Bloch no pudo terminar este libro: fue detenido, torturado y fusilado por los nazis el 16 de junio de 1944. Lo editó y publicó su amigo Lucien Lefevre, a quien el manuscrito estaba dedicado, en 1949. Otra ruptura que provoca otro tipo de males se viene produciendo en España a través del tratamiento que se da a la historia en los sucesivos planes de estudio empeñados en empeorar lo que ya estaba mal. Para Bloch la historia es una forma de comprender el presente por el pasado y el pasado por el presente, una ciencia de los hombres en el tiempo. Por ello -escribe- "la ignorancia del pasado no se limita a dañar el conocimiento del presente, sino que compromete la acción misma en el presente".

No es conspiranoia pensar que el actual maltrato de la historia en los planes de estudio, desligándola de la cronología o amputandole períodos, obedezca a esa "manía de juzgar" que para Bloch es un "enemigo satánico de la verdadera historia" cuya tarea es comprender, no condenar o absolver. Que es lo que sospecho se pretende, cortando la historia a la hechura de los prejuicios e intereses del Gobierno, perpetrando así esa intrusión del poder político en las actividades científicas que tanto indignaba a Bloch, que las sufrió en su forma más brutal desde que las leyes antisemitas de Vichy lo echaron de la Universidad hasta su ejecución.

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