LÍNEA DE FONDO

Melchor / Mateo / Mmateo@diariodecadiz.com

Héroes de leyenda

Bolt dice que sus récords serán batidos algún día, pero nadie le puede quitar la gloria olímpica

LOS Juegos Olímpicos no han perdido la esencia que tuvieron en sus inicios en cuanto a la fábrica de leyendas. Usain Bolt es una de las que va a dejar las Olimpiadas de Pekín. El jamaicano decía que los récords se pierden siempre algún día, pero lo que nunca te abandona es la gloria que te deja unos Juegos. Para siempre, dentro de cuatro, de ocho o de 30 años, cuando se hagan las típicas películas sobre el desarrollo de los Juegos saldrá una y mil veces su larga y potente zancada comiendo metros a una velocidad inalcanzable para sus adversarios.

El récord de Bob Beamon cayó después de más de 30 años de vigencia, pero para siempre se le va a recordar por ese salto estratosférico hasta llegar a 8,90 en los Juegos Olímpicos de México. Ya ha habido quien ha saltado más que él, pero a él no le quita nadie ese trozo de gloria.

O ahora a Michael Phelps con sus ocho oros colgados del cuello que dejará en un papel secundario a otro mito como Mark Spitz. Jesse Owen, Carl Lewis, Alberto Juantorena, Nadia Comaneci, Manel Estiarte, y los propios Rafa Nadal y Joan Llaneras este año. Todos han probado la gloria y han entrado a formar parte de ese reducido grupo de mitos del olimpo de atletas que pasarán a la historia.

Hay gente que daría mucho dinero por poder sentir ese instante de felicidad plena en el podio e, incluso, algunos están dispuestos a hacer lo que sea con tal de llegar a una medalla. Casos ha habido numerosos a lo largo de la historia olímpica, pero ninguno ha sido tan sonado como el de Ben Johnson. El hombre que alcanzó el mismo reconocimiento que Usain Bolt ahora, llegando a la impensable marca entonces de 9,83, se descubrió después que todo era mentira. Que debajo de esa ingente masa de músculos y esa velocidad endiablada había mucho más que simples entrenamientos. Si uno están en el olimpo de los dioses, los otros tienen que soportar la vergüenza pública.

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