EL nuevo presidente del Fútbol Club Barcelona va a heredar de Joan Laporta no sólo su gran palmarés, una plantilla de ensueño, un entrenador enorme y una estructura deportivamente impecable, sino también la torpeza de producir rechazo en quienes no son catalanistas y sin embargo simpatizantes de esta gran institución. Millones en todo el mundo, algo que no es para tomar a broma ni para ignorar a causa de un sentimiento nacionalista-cateto-trasnochado en un club que presume de ser universal y luce en las camisetas el logotipo de Unicef. Los cuatro candidatos a la presidencia se han visto en un compromiso cuando les han preguntado sobre qué selección quieren que gane el Mundial de Suráfrica. Han salido por la vía de Tarifa. Sandro Rosell, sobre una hipotética final España-Brasil, dijo que le gustaría que ganara el que mejor jugara. Me niego a creer que Rosell, Ingla, Benedito y Ferrer no quieran que sea España la campeona teniendo en sus filas a ocho jugadores del Barsa. Son ganas de dar la razón a los que odian a Cataluña.

Ayer, los cuatro aspirantes apoyaron la iniciativa 'Catalunya en el Mundial Brasil 2014', promovida por la Plataforma ProSeleccions Esportives Catalanes. Se nota que están en campaña y no quieren ningún desliz ante el amplio espectro catalanista de los votantes, no vayan a tomarlos por españolistas y esa 'flaqueza' o guiño a la enemiga España se traduzca en una derrota en las urnas. No seré yo quien critique que se sientan catalanes. Es lo lógico. Es su tierra. Mas pienso que no debe estar contraindicado ser catalán y español. El presidente del Barsa no gestiona el equipo de una aldea cerrada del Penedés, sino una de las tres instituciones deportivas más importantes del planeta que tiene peñas hasta en Hong-Kong. A los barcelonistas del Congo, Nepal, Miranda de Ebro o Chiclana les importa un pan 'tumaca' la barretina y la senyera. Lo que quieren es ver ganar al Barsa, que es Patrimonio de la Humanidad.