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Hacerse el sueco

Cuántas consignas socialdemócratas no habrán escuchado desde su más rubia infancia

La ultraderecha sueca ha sido la tercera fuerza más votada en las elecciones de su país. Se dice pronto, pero es Suecia, es la ultraderecha y son las elecciones. Quiero decir, que nos debería invitar a una reflexión que en la meca (con perdón) de la socialdemocracia, en las urnas, la ultraderecha más demonizada del norte obtenga estos resultados. Siempre podríamos, por supuesto, hacernos los suecos, pero acabaríamos entonces haciéndonos suecos: con la tercera fuerza política, ya saben.

La lección de fondo de lo ocurrido en Suecia es que el adoctrinamiento buenista y posmoderno sirve de poco cuando se enfrenta a los problemas reales evidentes. Imaginen ustedes las consignas socialdemócratas que tienen que haber estado escuchando desde su más rubia infancia los votantes de la ultraderecha sueca. ¿No recuerdan aquellos anuncios de televisión suecos tan multiculturalistas? ¿Y sus consignas educativas? ¿Su política pro inmigratoria?

Todo se ha disuelto como un azucarillo ante tantas zonas no-go en las que no puede entrar no ya la policía, sino tampoco el servicio de correos o ni siquiera las ambulancias. Quizá si los partidos más institucionalizados de Suecia no se hubiesen hecho los suecos ante esos problemas y hubiesen asumido el conflicto, no tendríamos ahora a un gigante electoral partidario, para empezar a hablar, de la salida de Suecia de la Unión Europea, entre otras cosas. Ningún sistema político deja arder los coches en los barrios más humildes impunemente.

Por eso, cuando los barrios del vecino veas quemar, pon los tuyos a remojar. La lección sueca para España tendría que ser no acusar tan apresuradamente de extrema derecha a los partidos (no sólo a Vox, incluso al PP, y hasta a C's) que muestren ciertas ganas de afrontar determinados problemas y que se salgan (unos más que otros) de la ortodoxia progre. Porque de tanto desdeñar a los partidos de derecha y hasta de centro se termina convocando a los extremos, ya absolutamente inmunes al desdén.

El tema de la inmigración y los del índice demográfico y los de la identidad cultural son los ejes sobre los que gira la rabiosa actualidad política europea. Ya sé que esto a muchos nos les gusta nada, y preferirían seguir enredando con el Valle de los Caídos, pero la realidad exige sus cuotas. Se pueden ignorar, sin duda, pero a un precio bastante oneroso. Que se lo pregunten, si no, a los socialdemócratas suecos.

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