Hablo de memoria

Ahora van a lanzarnos el cadáver momificado de un anciano vestido de Capitán General

¿quién era Franco? Los apoyos que tenía. Sí, los apoyos. O sea, los que ganaron la guerra civil y mantuvieron ese triunfo de unos españoles contra otros. A muerte. Franco no estuvo solo. Yo vi cuando llegó De Gaulle. Y Eisenhower. Si un Papa no vino fue porque entonces viajaban menos, casi nada. Bajo Palio entraba en las iglesias y catedrales acompañado del obispo o cardenal titular, más los cabildos catedralicios, mientras sonaba la Marcha Real en los órganos solemnes. La última factura de la guerra civil a Italia la cobró un presidente llamado Nenni, Pietro Nenni, socialista, que había combatido a Franco con las Brigadas Internacionales. No rechazó el dinero de la deuda de aviones y otros pertrechos militares comprados por el Dictador a la Italia de Mussolini. Como esto todo. Por eso ahora los que perdieron aquella guerra, mejor dicho, los que se sienten herederos de aquellos perdedores, pretenden exhumar sus restos del Valle de los Caídos. Hace 43 años casi que murió pero nunca es tarde. ¿Por qué ahora? Porque creen que cuentan con los respaldos suficientes. Harán lo mismo con el Rey, cuando se crea oportuno. Lo desalojarán del edifico constitucional español. Al reclamo de la República, naturalmente. Que es el sistema perfecto, no es una herencia como en la Monarquía, dirán.

Vi a Franco una vez tan sólo, muy de lejos. Dentro de su Rolls Royce negro. Por la Cibeles de Madrid. Se dirigía a la tribuna presidencial de un día patriótico, no sé si el entonces llamado Día de la Victoria, en abril de 1968. También las colas, las colas interminables de despedida el día 21 de noviembre de 1975, en televisión, qué frío hizo ese día en España.

Casi todos han muerto, con seguridad. La inmensa mayoría. De los que lloraban desconsolados delante del cadáver amortajado con el uniforme de gala de Capitán General de los Ejércitos. Brazo en alto, el saludo franquista, el saludo fascista algunos; la compungida señal de la cruz de otros. Y los curiosos. Todos los miembros de las fuerzas armadas se pusieron un brazalete negro. Un denso manto de silencio obligatorio cubrirá un larguísimo período de nuestra Historia hasta que un día, imagino, los españoles puedan conocerlo con garantías, sin odios, sin pasión demasiada. Como todo. Pero ahora van a lanzarnos el cadáver momificado de un anciano vestido de Capitán General en todo lo redondo de España. Lo quieren sacar del nicho donde sigue muriendo y dárselo a su familia para que hagan con él lo que crean oportuno. No habrá manifestaciones, no habrá tumultos, no habrá nada. Una mañana los sepultureros harán su trabajo y fin. ¿Qué habrá cambiado? Eso.

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