La corredera

Juan / Antonio / Micó

Hablemos del tiempo

ME han regalado un salvapantallas para el ordenador. Es muy original, cuando lo instalas te pregunta el día, el mes, el año en que naciste y también la hora. A partir de aquí, salta cada vez que dejas en reposo el teclado mostrando unas cifras que te dicen los años que has vivido, los meses, las semanas, las horas, los minutos y hasta los segundos. Y así un día, una hora, un minuto, un segundo tras otro.

Cuando veo en la pantalla que, hasta el día que escribo esta columna, he vivido 19.009 días, 456.236 horas, 27.374 minutos y 1.642.452.140 segundos, me asalta un desasosiego controlable, pero desasosiego al fin y al cabo, y con gran disposición alzo la voz hacia mi interior con un suspiro diciendo: ¡Cuántos minutos, cuantos segundos, cuantas horas y días vividos! ¿Son muchos o son pocos?.

No me resisto a seguir sumergido en esos pensamientos y casi sin querer, esa forma de angustiarme me lleva a preguntar si los he utilizado bien, si habré consumido todo ese tiempo en hacer algo natural, algo que perdure más que mi propia vida, además de mis hijos, que no son algo, que son alguien.

Como mi ordenador ya no es ordenador, no ordena nada, más bien me tiene entretenido y perdido entre ventanas e iconos y nunca encuentro nada, lo busque como lo busque, pienso en el tiempo que he dedicado a meter cosas en él, como muchos de ustedes habrán hecho también. ¿Qué pasaría si un maligno virus me infectara y destruyera todo el disco duro y el disco de reserva y todos los discos?. Nada, absolutamente nada. Seguiría respirando un segundo, un minuto, una hora más y las cifras que me mostraba ese salvapantallas seguirían su matemático curso, aunque yo ya nos las viera. Entonces exhalaría ese suspiro que tanto me inquietó, cerraría de un portazo este lugar del mundo que es la pantalla negra del ordenador y miraría mi reloj sonriendo para mis adentros y preguntándome: ¿Quién me dirá ahora cuantos días, semanas, horas o segundos he vivido?. Pues nadie, ni nada. Así que me dispondría a vivir sin ordenador y sin salvapantallas los días, semanas, horas, minutos y segundos que me queden, y tan feliz.

Dedicado a Chus convaleciente, a sus días, horas y minutos.

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