La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Guión con virus, locos y tontos

¿Una peli con pandemia, presidente clown, majaras ingleses y maniquí latino? ¡No! La fantasía tiene límites

Un ambicioso guionista dedicó años a escribir la más perfecta historia de catástrofes, la que más posibilidades de efectos especiales, tramas conspiranoicas y acumulación de plagas, crisis políticas y desórdenes callejeros acumulara. Procedió metódicamente. Leyó todos los clásicos del asunto, desde H. G. Wells a Cormac McCarthy y Los ojos de la oscuridad de Dean R. Kootz, quien en 1981 fantaseaba -¡sería exagerado!- con una pandemia global originada por un virus llamado Wuhan-400 creado por los chinos, pasando por Huxley y Orwell. Después vio todos los taquillazos de catástrofes desde El mundo, la carne y el diablo de MacDougall a los de Emmerich o Bay y las pelis de virus 12 monos, Soy leyenda, Estallido, Contagio o Tren a Busan.

Con estos modelos diseñó su guión como la más perfecta pieza de distopía política y catástrofes epidemiológicas jamás escrito. Partiendo de China un virus se expandía por todo el mundo infectando y matando a millones de ciudadanos, colapsando la vida de todas las ciudades de los cinco continentes y provocando una crisis económica global. Para distinguirse de sus antecesores patrióticos colocó en la Casa Blanca, no un héroe como el Bill Pullman de Independence Day, sino un payaso -versión exagerada del Jack Nicholson de Marte ataca- obsesionado con la arquitectura capilar y el maquillaje, en Downing Street a unos majaras que habían sacado al Reino Unido de la UE y en un país latino a un Gobierno socialcomunista presidido por un maniquí sin seso obsesionado por concentrar todo el poder y a la vez en delegar las responsabilidades en gobiernitos regionales de opereta. La guinda la ponían guerrillas urbanas protagonizando innovadoras versiones de la toma del Decatlón (en vez de la Bastilla) y el asalto al palacio de Lacoste (en vez del de Invierno).

Desgraciadamente, hasta Emmerich y Bay lo rechazaron por exagerado. Vale que una epidemia nacida en China se abata sobre los cinco continentes provocando el caos, pero sumarle una Inglaterra loca, un presidente latino maniquí sin seso y un majara con permanente flojita en la Casa Blanca -antipatriótico detalle que irritaría a los ultra Americans públicos de estas películas- se pasaba de rosca. Así que este disparate por acumulación, que para colmo copiaba su título del libro de Henry-Lévy The virus in the age of madness, quedó guardado en un cajón. La fantasía tiene límites. La realidad, al parecer, no.

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