Hubo un tiempo en que cada ciudad estaba convencida de que acabaría siendo Bilbao y por eso no había proyecto que no se bautizara con el nombre del coleccionista y minero que da nombre al emblemático centro de arte que simbolizó la transformación de una ciudad hostil en un luminoso simposio de alambicadas estructuras. Por eso nosotros también tuvimos en nuestros sueños un Guggenheim, aunque nuestro Guggenheim en un islote datara del siglo XVIII, un castillo /faro/prisión que nació de una ermita. Nuestro Guggenheim gaditano nunca fue visto por Guggenheim y hoy, de hecho, no hay quien no huya de él. El Ayuntamiento no quiere las llaves porque lo que le quieren entregar es un regalo envenenado. El castillo de San Sebastián, un símbolo de la ciudad, como regalo envenenado del sueño equivocado nacido de la ingenuidad de un Bicentenario imposible.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios