Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

 CADA generación tiene su jerga. Hace años era muy moderno decir kilo (por millón), cheli, tronco o carroza. Los puretas imitaban esa forma de hablar para sentirse modernos y ahora lo escuchan los chavales estupefactos. No es que ellos no tengan su argot sino que ahora han dado el salto definitivo y se han trasladado al mundo digital. En los chats en los correos electrónicos y en los SMS se usa un lenguaje lleno de abreviaturas y contracciones fonéticas que requiere un diccionario. Ya no se pone qué sino una K y cosas por el estilo. La actual generación de jóvenes no ha  incorporado algunas palabras, están cambiando el lenguaje escrito para que sea más rápido. La mayor parte de las veces no entiendo nada. No ya es que las tildes hayan desaparecido del mundo de los móviles, es que la manera de escribir a base de fonética, contracciones y argot hace ininteligible lo que escriben. Lo peor es que algunos adultos se mimetizan con la jerga juvenil para sentirse modernos y lo que hacen es destrozar el idioma. A base de prestarle uno mucha atención y de pensar se puede comprender el sentido de un mensaje en este lenguaje. Pero lo último de lo último son eso que llaman emoticones: caritas y símbolos de todo tipo con un cuadro de significaciones que a mí se me escapa por completo. Es como si hubiéramos retrocedido 6.000 años y volviéramos a la escritura jeroglífica egipcia con unos símbolos de significado extraño. Hace falta con urgencia una piedra Rosetta para que los no avisados seamos capaces de entender qué nos quieren decir cuando nos mandan una carita con no se sabe qué expresión, una mano o cualquier otro  por el estilo. Por si fuera poco la irrupción del sistema de mensajes gratuitos What´s app transformado en guasap (o guasá, o guasapito) ha intensificado ese tipo de relaciones, trasladado luego a las redes sociales como si fuera todo un hallazgo. He visto a gente sentadas en la misma mesa o en la misma reunión comunicándose por emoticones, guasap o incluso a través de twitter. Debe ser el signo de los tiempos. A mí me parece bien todo avance tecnológico que mejore las comunicaciones humanas y haga más feliz a la gente pero el que me quiera decir algo que no me ponga una carita y que no me manden más de 200 guasapitos al día. Y si está delante mía, que me hable que contesto. El que mande mensajes que ponga las tildes y evite las faltas de ortografía, que escriba las palabras completas y las frases enteras, no cuesta nada más que dos o tres segundos. El que quiera contarme su vida que no me lo diga por twitter salvo que sea un asunto de interés general. Si se está tomando un café, un dulce o leyendo un periódico, no hace falta que lo mande por twitter. Afortunadamente no estoy en Facebook, aunque no sé cuánto seré capaz de resistir. Creo que soy la única persona que no estoy en esta red social y me parece como si me faltara algo, porque todo el mundo comenta al respecto. A cambio, como dijo Antonio Burgos, me evito que me den el rollo con el último viaje o la boda de turno: basta con decir "ya lo he visto en Facebook"  para evitar el coñazo.

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