Línea de fondo

pedro / ingelmo

Gregarios

ME zampé estas vacaciones en un par de días Gregario, la autobiografía de Charly Wegelius. Y ustedes se preguntarán que quién es Charly Wegelius. Pues fue un ciclista de los años de los vampiros, la edad de oro del dopaje, allá por los 90, que en su vida ganó una carrera. Era un currante de este negocio, un obrero de la bici, un tipo que se ganaba la vida entre la primavera y el otoño dando pedaladas, subiendo y bajando montañas, evitando no pegarse un trompazo. Su vida, vaya, como si escribiera su autobiografía un tipo que pinta pasos de cebra de madrugada. A favor de Gregario lo primero que hay que decir es que está impecablemente escrita, que es capaz de crear tensión sobre lo cotidiano, como si existiera un locutor de ciclismo tan bueno que fuera capaz de dar interés a la retransmisión de una etapa llana con final al sprint entre Valdepeñas y Toledo. Lo que engancha en este libro inclasificable que no trata de un perdedor, ya que un perdedor es alguien quiere ganar y pierde, pero un perdedor no es alguien cuyo trabajo, por lo que le pagan, es no ganar, es el día a día de esos personajes invisibles que dan color a un pelotón. Los seguidores del ciclismo conocemos un buen puñado de nombres de una carrera, veinte o treinta, pero ahí pedalean casi doscientos. Y este libro trata de esa gente de la que muy rara vez conoceremos los nombres. Se habla de dopaje, claro, porque era el paisaje de la época, pero no es un libro sobre el dopaje. Es un libro que te mete en el interior del pelotón. Me acordé de él con la magnífica y extraña etapa de Formigal, en la que casi un centenar de corredores llegaron fuera de control, a más de una hora de los grandes nombres, las estrellas. Wegelius cuenta en su libro que correr la Vuelta a España es un castigo. Al final de la temporada, la carrera es un martirio extra cuando se acarician las vacaciones. En Formigal los gregarios montaron su revolución. Que corran los aristócratas. Me encantó esta rebelión de las masas.

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