"HOY hace calor. Bastante calor. No he pegado ojo en toda la noche y cuando han aparecido las claras del día estaba sudando como un pollo… al horno. No aguantaba más entre las empapadas sábanas del catre y me he dirigido con parsimonia hacia la cocina okupa que compartimos entre cuatro familias porque es la más cercana a un enganche de luz que está en el edifico de al lado. Esto nos permite al menos poder calentar los alimentos que nos apañan nuestros 'proveedores' habituales. Ahora me voy pal curre. Tengo que coger un buen sitio porque anda la cosa un tanto revuelta y todavía no nos hemos organizado como lo estábamos antes".

Esto me lo contaba cerca de la playa de Levante un día del pasado agosto porteño un amigo de la infancia que está situado en el otro lado de la vida -en la parte más amarga-, y que siempre ha jugueteado con la navaja trapera por decisión propia. No pertenece a la clásica familia desestructurada a la que invariablemente -por desgracia- se echa mano en estos casos. Su escasa estructura vital se la ha ido fabricando él solito consigo mismo, aunque ahora se ha multiplicado por quince como 'daño colateral' de las políticas neoliberales que están arrasando con todo.

No he entendido nunca se permita el fenómeno de los gorrillas ni la fragante desfachatez desplegada a cielo abierto, sin toldo ni zarzo que los cobije y a la vista de todo transeúnte, paseante o simple mirón. Jamás he asimilado se tenga que pagar por aparcar en plena calle, sobre todo cuando el ciudadano de a pie se retrata con la hacienda comunal año tras año a través del impuesto de circulación de vehículos que supuestamente incluye el derecho de aparcamiento en la vía pública. Pero este verano hemos tenido suerte. Nuestro Ayuntamiento nos ha eximido de "pagar por aparcar en esta ciudad" según los carteles desplegados para general conocimiento de propios y extraños.

Han desaparecido los gorrillas ahora llamados de 'litoral' -con su uniforme y su maquinita de multar en la mano-, y han vuelto los freelance de tierra adentro como mi amigo, que te ayudan a aparcar por "lavoluntá", si es que la hay. Y si no la hay la multa puede ser de aúpa. ¿Qué cartel de litoral arregla esto último?

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