La tribuna

Arturo Bernal Bergua

Gestionar la abundancia

TODOS los indicadores turísticos continúan, mes tras mes, regalándonos unos magníficos datos que, sin duda, avanzan que el 2016 va a volver a ser "el mejor año turístico de la historia". Hemos vivido el mejor invierno de los últimos 30 años y las perspectivas para el verano, en el que estamos inmersos, y el otoño parecen difícilmente mejorables.

Es cierto que acabamos de cruzar el umbral de salida de una crisis global que llegó a afectar a estructuras profundas de nuestra industria modificando la forma en que se relacionaban los diferentes agentes y operadores en la cadena de valor, revolucionando principios hasta entonces inamovibles y acelerando cambios en los modelos de negocio turísticos ya en velocidad de vértigo tras la irrupción de internet; pero no es menos cierto que, con esa capacidad de adaptación que nos caracteriza -hubiera sido deseable algo más de capacidad de innovación- hemos podido bandear esa crisis de manera no especialmente dolorosa; incluso algunos dirían que de manera acertada.

Pero, de pronto y como si hubiera ocurrido esta misma mañana, nos hemos despertado en una situación de abundancia que, en cierto modo, nos ha cogido desprevenidos. Es verdad que no hemos dejado de trabajar para ello, pero creo que a nadie se le escapa que una gran parte de estos éxitos son el resultado de factores exógenos, sobrevenidos en los que, de momento, hemos logrado sacar ventaja respecto de destinos turísticos competidores.

Está claro que tenemos que aprender a gestionar esta abundancia igual que, hace ocho años, el sector turístico puso todo su talento y esfuerzo para intentar gestionar aquella crisis.

Para hacer que nuestro destino crezca en competitividad los 365 días del año, además de la misión principal de fidelización de esos turistas "prestados" y "propios", debemos tener claro que no podemos, razonablemente, ejercer la profesión turística exprimiendo inmediatamente los frutos de esta opulencia. Es momento de saber marcar los tiempos y planificar acciones estratégicas para el medio y largo plazo con una visión de sostenibilidad, accesibilidad, singularidad y excelencia.

El turista evoluciona en inteligencia, en empatía con el destino que visita y no quiere que éste se vea transformado por y para la actividad turística. Antes, al contrario, las nuevas tendencias del turismo valoran enormemente la singularidad, la sostenibilidad, la personalidad de los destinos, las experiencias locales auténticas y todo lo que defina la forma de vivir, y también de entender la vida, de sus habitantes.

La propia industria turística andaluza se ha inclinado, aunque no todavía con el entusiasmo que sería deseable, por evolucionar y redefinirse a modelos más sostenibles. La sostenibilidad, efectivamente, contribuye en la importante tarea de fidelizar a los visitantes, a los de siempre y a los que nos visitan por primera vez provenientes de destinos competidores sirviéndoles en bandeja opciones de nuevas experiencias en un territorio casi infinito de posibilidades.

¿Hasta dónde podemos crecer razonablemente?; ¿cuál es la capacidad de carga turística que un destino puede soportar sin alterar su singularidad y comprometer su balance social, cultural y medioambiental?

No se trata de poner techos, pero en algún momento deberíamos empezar a actuar -más que a pensar o decir- que debemos crecer, sí, pero en la forma en que prestamos los servicios, crecer en la excelencia en el trato al turista, crecer en la calidad de nuestras instalaciones, crecer en las notas que los turistas nos otorgan en sus estancias en nuestro destino… y no tanto en el número de personas que, mes tras mes, estamos dispuestos incondicionalmente a recibir, estadística que constituye para algunos la principal medida de bondad de la actividad turística.

La estacionalidad de ahora, por ejemplo, se originó en los crecimientos poco planificados de la industria de los 60 y los 70, tras el boom del turismo de masas. ¿estamos dispuestos a caer en las mismas trampas de entonces?; ¿vamos a dejar nuestro modelo turístico en manos de terceros o queremos tomar los mandos de una vez por todas?

No digo que debamos pisar el freno, pero sí deberíamos tener la posibilidad, la información y las herramientas para saber que al final de esta recta bien asfaltada y sin curvas nos espera un semáforo en ámbar, un ceda el paso o quizá un stop.

La apuesta por la sostenibilidad y por la responsabilidad social corporativa debe procurar la obtención de beneficios que recaigan en el conjunto de la sociedad.

Un destino líder a nivel internacional, debe ser necesariamente innovador -no basta con saber adaptarse a los cambios- y debe abanderar el proceso de cambio hacia un nuevo modelo turístico.

Éste es el verdadero reto para el futuro del sector turístico de Andalucía. Si queremos seguir siendo líderes turísticos a nivel mundial en las próximas décadas, ahora es cuando debemos gestionar nuestro futuro. Y en estos momentos eso significa gestionar esta situación de abundancia. Si no lo hacemos, será nuestra responsabilidad y nuestro futuro estará, como en otras ocasiones, en otras manos.

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