Gerona, no-go zone

Unos premios Princesa de Gerona que no puedan entregarse en Gerona son una señal de alarma

Al rey no se le puede poner un pero en su compromiso con la unidad de España. Su discurso del 3-O es un hito sobresaliente de nuestra historia democrática. Estamos en deuda con su visión histórica, su sentido de la oportunidad, su valor y su claridad de conceptos. La decisión de no entregar el premio Princesa de Gerona en la sociedad de Gerona, sabiendo que quien la tomó lo hizo con la mejor de las intenciones, no puede haber gustado al rey.

De hecho, dicen que ya no ha querido ni oír hablar a los que aconsejaban no ir ni a Barcelona, y hacer la entrega en Madrid. Implica bastante arrojo, sobre todo viendo cómo se lo van a poner en Barcelona al Gobierno de Sánchez el 21-D, a pesar de sus muchos guiños (casi tics nerviosos) al independentismo. Nos tememos que lo del rey será multiplicado. Además, al haberlo anunciado ya, renuncia, como Hernán Cortés quemando las naves, a dar marcha atrás. Muy bien, desde luego, aunque, desde el punto de vista simbólico -y no olvidemos que en una institución tan simbólica como la monarquía, ése es el punto de vista principal- resulta tremendo que el rey no pueda ir a una parte de su reino, a aquélla, encima, de la que su heredera ostenta el título de princesa, simbolismo, ay de nosotros, redoblado.

En algún lugar de su obra de cuyo nombre no puedo acordarme, explica Ortega y Gasset que lo que caracterizaba al noble era la capacidad de sostener sus derechos y mantener su territorio. Por eso, unos premios Princesa de Gerona que no puedan entregarse en Gerona por la princesa de Gerona no son sólo un absurdo lógico, sino también un derrumbamiento de la lógica histórica de la institución.

Por supuesto, eso lo digo yo, que soy güelfo blanco, con vetas de gibelino, y tengo muy presentes estos matices medievales del poder y la autoridad. Pero pongámonos tan modernos, si quieren, como un votante de Ciudadanos, y tampoco encaja con el Estado de Derecho y el imperio de la ley que el Jefe de Estado no pueda hacer una ceremonia civil en una ciudad del Estado, más allá de títulos y símbolos. Es la ley. Es decir, la no ley.

Además, no podemos olvidarnos los súbditos-ciudadanos-personas no nacionalistas de Gerona, que verán con pasmo, que se han quedado dentro de una no-go zone del nacionalismo exacerbado, que amenaza con extenderse a Barcelona. Su angustia será mayor que la mía y quisiera acompañarles, pero mi pasmo es igual, eso se lo aseguro.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios