El ministro de Consumo ha tenido un golpe de sinceridad este jueves. En una Comisión del Congreso ha dicho lo que pensaba del turismo y la hostelería: "un sector de bajo valor añadido, precario y estacional". Alberto Garzón ha provocado la indignación de estos profesionales, que pasan por un momento delicado, en particular en regiones como Andalucía y en provincias como Málaga, que es además su distrito electoral. Pero lejos de enmendar su planteamiento, en la turné que hizo a continuación por televisiones, radios y periódicos para explicarse, el ministro ha sostenido que su idea era "impecable" y que lo que estaba proponiendo era modernizar éste y otros sectores productivos. Entre otros argumentos ha aconsejado dar prioridad a la calidad sobre la cantidad.

Es enternecedora esa seguridad de estar en posesión de una verdad absoluta. Decía Oscar Wilde que un poco de sinceridad es algo muy peligroso, pero mucha sinceridad puede ser absolutamente fatal. El máximo dirigente actual de IU dice lo que piensa, lo que no significa que esté acertado, ni que el comentario sea oportuno en este momento. Porque en realidad el sector servicios aporta mucho más valor añadido que la industria, convirtiendo recursos en productos, sin tener en bastantes casos que comprar materias primas. Y precariedad o temporalidad son conceptos aplicables a otros sectores u otros países.

Recuerdo una frase del desaparecido Julio Anguita, algo así como que los políticos debían pensar mucho y no hablar demasiado. Los de esta época son del estilo contrario, de pensar poco y hablar mucho. A veces la sinceridad y las simplezas les traicionan. Buen ejemplo es una entrevista de Pablo Iglesias en 2015 en la que hablaba del fracaso de la izquierda comunista tras la transición y le dedicaba a Izquierda Unida una diatriba que incluía la dirección de Anguita: "Sois unos cenizos, no quiero nada con cenizos políticos que en 25 años han sido incapaces de hacer nada". Hoy todo serán flores.

El problema del ministro no es sólo que el examen al que somete a la primera industria del país sea inoportuno y su teoría incorrecta, sino que él mismo no supera sus propias exigencias. Garzón es un ministro que aporta poco valor añadido al Gobierno, porque no tiene experiencia profesional o institucional anterior que proporcionar al gabinete. Tiene un Ministerio precario, que antes era una simple dirección general. Y su cartera es absolutamente coyuntural, para compensar los números en la coalición. Si se le aplicase a este Gobierno su consejo de primar la calidad sobre la cantidad ni habría 22 departamentos, ni él sería ministro, ni podría pontificar sus cuitas en el Congreso.

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