Escribo ayer de un modo parecido al 'yo te quiero mucho ayer' de Tamatea, novia de otoño, la última novela de Luis Berenguer, que ayer, precisamente, se enterraba hace 40 años en la Isla, uno de los más grandes escritores de todos los tiempos. Ayer todavía resonaba el Himno nacional en la cancha donde la selección española de baloncesto ganaba su segundo mundial. Una verdadera proeza realizada por unos españoles muy altos y muy fuertes, con lágrimas en los ojos y con muchas ganas de traerse esa copa a España. La última vez que lo había oído había sido en Barcelona, en el momento en que el racista Torra, honorable presidente de Cataluña, ponía una corona de flores a los pies de una estatua de Casanova, figura controvertida de una guerra civil más entre españoles. Sonó en la ventana de un hotel cercano el himno de España y dio lugar a una persecución de los mossos como si se tratara de un atentado en toda línea. Carreras, identificaciones, cortes de luz… Sí, muchos resumieron la hazaña deportiva con dos palabras: ganó España. Y a punto de sonar la campana en el desafío de O.K Corral entre Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, para muchos "España pierde", se ha descolgado marineando por el palo mayor de esta vieja nave Albert Rivera pidiendo a Pablo Casado (con Abascal las cosas están muy frías) la abstención a cambio de poca cosa, que no suba los impuestos, que saque las manos de Bildu de Navarra y se comprometa con el 155 si el separatismo insurgente en Cataluña se encrespa de nuevo. Vamos, lo que le faltaba a Pablo Iglesias para darle el sí a Pedro Sánchez a cambio de nada, bueno, de nada de lo que hasta ayer mismo parecía inevitable e imprescindible. ¿Qué gana Rivera? Oh, ese gobierno de Sánchez con el sí de Iglesia que le llene las urnas de votos del centro moderado español en las próximas elecciones. Una jugada a la larga, parece. ¿Casado? Pues mirando el sorpasso, que lo va a tener si se descuida y sigue contemporizando con los Alonso del PP y demás catástrofes urticantes. La cara de sorpresa de Pedro Sánchez ayer le dura hoy todavía. Desmayadas sonaron sus palabras sobre el particular, las palabras que decían que no subiría los impuestos, que lo de Navarra no era como decía Rivera y que lo de Cataluña no sé qué. ¡Qué buen saltimbanqui el líder de Cs.! Lo pudo haber dicho al principio de esta agonía, haber trabajado porque no hubiera otras elecciones (que por cierto, bienvenidas sean si vienen, no pasa nada). Todavía ganaba España ayer, decía.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios